Tuesday, August 02, 2005

POR LA BOCA MUERE EL PEZ...Y EL MINISTRO

Así es. No sólo los peces mueren por la boca. También los ministros, cuando hablan más de la cuenta.

La comparación podría parecer excesiva, pero no lo es; porque caer del gabinete para un ministro equivale a morir como tal.

Eso acaba de suceder con Luis Carlos Jemio, ahora ex-ministro de finanzas, quien renunció a ese cargo presuntamente por haber dicho lo que no debía, cuando no debía y donde no debía.

Es una pena...porque su gestión como ministro fue buena, tanto que del gobierno de Carlos Mesa pasó como por un tobogán al de Eduardo Rodríguez. Lamentablemente, la eficiencia administrativa parece pesar muy poco en tiempos electorales.

La boca y los desbocamientos, así como la lengua y los deslenguamientos, son causa de muchos males en la vida de las personas.

Hablar más de la cuenta, a veces triturando al prójimo sin medida ni clemencia, es privilegio exclusivo de parlamentarios porque gozan de inmunidad. También, de hecho, lo es de algunos altos dirigentes sindicales quienes no gozan de inmunidad, pero si de impunidad para lanzar insultos, calumnias y amenazas contra gobernantes y gobernados.

Los ministros no son tan afortunados. Si no mantienen sus bocas cerradas para que no entren moscas, y si en algún momento se les vá la lengua, pueden ser interpelados en el parlamento, con riesgo de ser censurados, lo cual obliga a su renuncia del cargo.

Para efectos de morir por la boca, en verdad parece mejor ser pez que ministro. Porque el pez, tras su seducción por la movediza lombriz que va de carnada en el anzuelo, si pica pasa a mejor vida con la barriga llena y el corazón contento. El ministro, en cambio, transita de la vida pública a la privada sin pena ni gloria... y sin ninguna apetitosa lombriz de consuelo en las tripas.

MINUCIO

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