Todo parece indicar que, finalmente, la Corte Nacional Electoral manejará los dineros de la subvención estatal a los partidos políticos para financiar sus campañas electorales. Esto, si el Senado no pone trabas de último momento.
¿Qué pasará si la Corte administra esos recursos?. Varios partidos tradicionales, cuyos dirigentes esperaban el desembolso directo de millones a cajas propias para sus campañas electorales, quedarán "con los crespos hechos".
Ya no será posible que los partidos hagan malabarismos con los contratos por publicidad, con las facturas sobrevaluadas ni con las rendiciones de cuentas retorcidas.
Tampoco surgirán de la noche a la mañana fortunas de políticos, como aconteció en años pasados cuando algunos de ellos aparecían con automóviles de lujo, departamentos y hasta edificios tras cada campaña electoral.
La subvención estatal a los partidos políticos, en un país que se debate en aguda crisis económica como el nuestro, es absolutamente irracional y perniciosa. Consituye un derroche generador de corrupción, y sólo se explica porque quienes aprobaron la ley respectiva fueron los mismos partidos políticos mediante sus bancadas parlamentarias. Lindo es eso de legislar para beneficio propio.
Uno de los argumentos que fue esgrimido por los políticos para justificar esa subvención decía que en países altamente desarrollados el Estado financia a los partidos, para evitar que obtengan recursos de fuentes "oscuras". ¡Vaya pretexto!. Esos son países riquísimos. El nuestro un país pobrísimo. La imitación en esas condiciones es un disparate muy costoso y perjudicial.
Lo justo y correcto sería que dicha subvención estatal a los partidos sea eliminada definitivamente. Tendría que hacerlo el próximo Congreso que surgirá de las urnas en diciembre. Esta debiera ser la última vez que tal financiamiento se dá.
No es rol apropiado para la Corte Nacional Electoral amamantar económicamente a los partidos políticos con leche dotada por el Estado, ni cortarles las uñas a lo largo de sus campañas .
Cada partido debiera hacer lo suyo con sus propios recursos, no con el dinero del pueblo.
MINUCIO
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