Wednesday, November 22, 2006

La guerra de Evo contra seis prefectos

Con prisa y sin pausa se va cumpliendo lo que parece un plan definido de avasallamiento de los poderes del estado y de los gobiernos regionales por parte del Poder Ejecutivo, con el propósito evidente de concentrar en el presidente de la república la totalidad del poder.

En las elecciones generales del 18 diciembre de 2005, cuando Evo Morales fue elegido presidente de la república por mayoría absoluta -54 % de votos- hubo seis prefectos que también fueron elegidos por mayoría absoluta, con porcentajes similares de votación popular en sus respectivos departamentos. Otros tres accedieron a esos puestos por simple mayoría.

Aquel día los ciudadanos votaron en dos papeletas: una para presidente, vicepresidente, senadores y diputados; la otra para prefecto de su respectivo departamento. Fue la primera vez en la historia electoral de Bolivia que se aplicaba este sistema; pues, antes los prefectos eran nombrados y sustituidos a dedo por el presidente de la república. Era la expresión más categórica del centralismo imperante.

Cabe remarcar que los seis prefectos electos por mayoría absoluta, igual que Evo, no pertenecen al MAS, los tres restantes sí.

La animadversión del actual presidente hacia los prefectos de La Paz, Santa Cruz, Cochabamba, Tarija, Beni y Pando, se puso de manifiesto desde el momento en que fueron conocidos los resultados de la elección. ¿Por qué?. Porque, en rigor de verdad, entonces Evo no fue el único gran triunfador. Hubo otros seis igualmente grandes triunfadores. Uno, el presidente, a nivel nacional. Seis de nueve, prefectos, a nivel de departamentos. Todos ellos ganadores por mayoría absoluta y revestidos de esa indiscutible legitimidad que emerge del voto popular democráticamente expresado en las urnas.

El hostigamiento del Poder Ejecutivo a esos seis prefectos fue constante desde enero cuando Evo asumió la presidencia. Primero fue un acoso meramente discursivo; luego, se manifestó en dilación del Tesoro General de la Nación al desembolso de recursos prefecturales para la ejecución de obras regionales; dilación sospechosamente sincronizada con críticas del Evo Morales a los prefectos por no ejecutar inversiones y generar empleos.

El tercer paso en la guerra de Evo contra los prefectos no masistas consistió en atizar protestas "espontáneas" de "movimientos sociales" contra los prefectos en varios departamentos, especialmente La Paz, Cochabamba y Tarija. Después el Ejecutivo instigó a consejeros departamentales masistas a demandar la renuncia de algunos prefectos en sus respectivos distritos. Ninguna de esas acciones pudo debilitar a los prefectos que se mantienen firmes, porque están a la vista las obras que realizan y gozan de apoyo popular en sus regiones.

La permanencia de los seis prefectos no masistas en sus cargos parece haberse convertido en una pesadilla para el presidente cuya ambición de acumular poder parece no tener límites. La consigna del masismo ahora es tumbar "sí o sí" a los prefectos que no llevan la camiseta del oficialismo.

Para esto se ha puesto en práctica un plan que comienza en el Poder Ejecutivo y termina en el Poder Legislativo cuya Cámara de Diputados cuenta con mayoría masista. Se trata de un proyecto de ley que instituye fiscalización legislativa a los prefectos, con posibilidad de que ellos sean censurados y finalmente sustituidos "a dedo" por el presidente de la república.

Pero, siempre surge algo imprevisto. Los seis prefectos no masistas rechazaron el plan masista para desestabilizarlos y fueron más lejos. Tres de ellos contraatacaron presentando otro proyecto de ley por el cual el presidente de la república quedaría sometido a un mecanismo de fiscalización por parte de los consejeros departamentales, con posibilidad de censura y revocatoria de su mandato. Obviamente el MAS elevó el grito al cielo rechazando esta propuesta.

Otros prefectos propusieron que se instituya la revocatoria de mandatos del presidente de la república, prefectos y alcaldes, mediante referéndum; así, el soberano que mediante voto popular otorgó mandatos a esas altas autoridades podría también revocar esos mandatos por la vía democrática de las urnas. Esta propuesta tampoco fue del agrado del MAS.

Nadie sabe que nuevas tácticas y estrategias se le ocurrirán el presidente Evo Morales en su guerra sin cuartel contra seis prefectos departamentales. En su último disparo el tiro le salió por la culata, pues, lo único que consiguió con su proyecto de ley para defenestrarlos ha sido unirlos monolíticamente para enfrentar la ofensiva oficialista, no pasivamente, como hasta ahora, sino activamente y con firmeza.

Cuántas batallas más se librarrán en esta guerra, no sabemos.

MINUCIO

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