Sunday, May 14, 2006

Mafalda Córdova ilumina las sombras

MARIO D. RÍOS GASTELÚ
El pasado lunes, el Centro Cultural Taipinquiri presentó una nueva exposición plástica de las obras creadas por Mafalda Córdova, una de las figuras más aplaudidas en el ámbito de la pintura nacional.

El arte de la artista potosina, pasó por varias facetas de gran coherencia interna, a través de las cuales se mantuvo fiel a determinados conjuntos de elementos plásticos que decantan en la muestra ofrecida en éstos días.

Hoy, estamos ante veinte expresiones de su renovada creatividad, en la que se expresa lo que ella denominó Percepciones, o sea lo sensorial de un sentimiento interno, sensible al mundo circundante.

En esta veintena de óleos, la gama de tonalidades hace posible la luminosidad de los cuadros, característica que distinguió una trayectoria llena de aciertos hasta ubicar los instrumentos de trabajo artístico en las puertas de una abstracción, aún no dada, pero insinuante en algunos lienzos. Lo que sí se da, es una especie de liberación del arte figurativo estrictamente así entendido, para incursionar en una suerte de arte moderno que recuerda los pasos firmes que diera Kandinski, en una de sus facetas de mayor éxito.

Mafalda Córdova gusta investigar y tratar el color, pasando de un estilo a otro, valiéndose de la solvencia que le otorga la experiencia guiada, precisamente, por una percepción estrictamente selectiva. Considerando sus anteriores muestras, su pintura crea su propio universo y el que penetra en la metamorfosis del arte figurativo.

Así, nos presenta un barco velero, y otro de dimensión imaginaria, surcando un mar ilusorio, pues la intensidad del color amarillo sugiere reflejos solares, no masas azuladas de cielo.

En ambos cuadros prima el color, la luminosidad, lo ornamental que da brillo y enciende fulgores que se amortiguan en lejanías trazadas con maestría y pulcritud. Y si de evocar el mar se trata, la artista fija los pinceles en la alegoría del lago Titicaca, que por ser sólo un lago, cobra elementos poéticos en la pintura, dando paso al nostálgico azul del agua.

En un acápite de la nota prensa difundida por Taipinquiri, Mafalda Córdova reflexiona diciendo: No sé si van a pensar que soy pesimista, pero considero que el hombre vive entre sombras.

Personalmente no veo pesimismo, sino una reflexión acerca de lo que en realidad somos sobre la Tierra. Hace algún tiempo leí a un poeta que decía: ¿Y si las sombras no fueran sombras?... La pregunta abre otras interrogantes...

Mafalda pinta sombras y las ilumina. Es otra de las posibilidades artísticas que toma pretextos en un juego libre, encaminado a la pintura moderna y también otra forma de liberación interior entre las tonalidades frías y las tonalidades cálidas. En su conjunto crean efectos insinuantes sobre el sistema visual.

Pero en ésta muestra, no todo es sombra. No todo es agua. Con sutiles modulaciones de textura, la artista crea otras imágenes de brillo esplendoroso. Así por ejemplo, la Naturaleza oficia de musa. Sin embargo, en la mirada de todo artista, los objetos, animales, plantas y todo el entorno tienen otra dimensión no percibida por la mirada común, lo que da lugar a representar en una imagen, ideas propias del intelecto de la plástica, la poesía o la música.

La maestra Córdova pinta paisajes, hierbas, gente, valiéndose de todo lo que percibe el alma. Inclusive, pinta estados de ánimo: placidez en los momentos serenos, traducidos en azules de baja tonalidad, como horizontes lejanos. Explosión cromática en horas irritables. Trazos dorados, en la ensoñación de futuro. Juega con la policromía azul y amarilla, como en un ensayo de mente distraída. Pinta el verde y pinta el dorado, destinados a la simbología de vegetación con fruto maduro.

A diferencia de lo que nosotros vemos: personas, raíces, tallos o frutos, solamente, la artista traduce todo aquello en la vida que llega o en la vida que se va. Por tanto, no es exagerado decir que los artistas pintan el perfume de las flores.

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