MARIO D. RÍOS GASTELÚ
Transcurridos seis meses desde la asunción al gobierno del Movimiento al Socialismo, caracterizado por populista y envanecido ante la clara diferencia de sufragios a favor frente a sus adversarios, se acentúa la interrogante generalizada acerca del futuro de una nación que se mantiene en expectativa, ahogándose en la incertidumbre de no encontrar respuestas a tantas preguntas.
Por cierto que el mecanismo del gobierno, no se limita a determinadas sectores de interés particular, sino a la necesidad de atender, absolutamente a todos los sectores de la población, en el afán conjunto de impulsar el desarrollo destinado a lograr que Bolivia salga del pozo en el que se encuentra, como consecuencia de la corrupción de los gobiernos pasados, que dejaron la herencia de exorbitante deuda externa, mendicidad multiplicada, inseguridad ciudadana, indiferencia ante la prostitución juvenil y abandono a la niñez desvalida.
Sin embargo, el cambio que todos vivimos, encuentra en los nuevos gobernantes la pedantería de sentirse fuertes sólo por el hecho de haber logrado un triunfo que todos veíamos llegar con esperanza, es cierto, pero que al cabo del primer semestre nos sume en cavilaciones profundas respecto a lo que pueda ocurrir en un tiempo cercano.
Hay un punto de partida que no puede ser soslayado, si pensamos en el futuro de Bolivia, no solamente encajado en el lapso de cinco años de gobierno constitucional y democrático, sino hacia un futuro proyectado indefinidamente, hasta que el país se ponga de pie y, airoso, muestre el progreso sujeto a un desarrollo sin interrupciones impulsado por el trabajo y la dignidad de cada uno de los habitantes, esto es, sin extender la mano suplicando ayuda económica, desde un territorio envidiable por su riqueza natural. Para ese logro se requiere de sólidos cimientos capaces de soportar la construcción de una verdadera nueva nación, lograda por la entrega total de los responsables de guiar al pueblo.
Esa ausencia de preocupaciones superiores que caracterizan actualmente el pensamiento de varios dignatarios de estado, es causa de un estancamiento de ideas, pues antes de concentrarse en la realidad de los hechos y del origen de tanta pobreza, se limitan a mencionar un pasado colonial cuya influencia no sólo marcó la vida de nuestra nación, sino de todo el continente americano, con la diferencia de que nuestros vecinos supieron desarrollar y fortalecerse, aún con menos recursos naturales que los bolivianos.
Pues bien, los cimientos para la grandeza de un país, se encuentran en la solidez de la enseñanza, esto es, la Escuela. Desde los años cincuenta del pasado siglo, las llamadas reformas educativas sólo han contribuido al caos de la educación. Mientras los gobiernos que pasaron tuvieron la mirada fija en el ilícito enriquecimiento, la niñez y la juventud se vio prácticamente relegada a plano secundario, sin inmuebles donde recibir enseñanza, sin maestros idóneos, creativos y responsables, capaces de encaminar a nuevas generaciones que orgullosamente podrían decir que son el futuro del país. Ahora vemos por las calles a una juventud a la que no la orienta ni la escuela ni la familia. Altivos, arrogantes y malcriados, imitan lo malo de otros países, como una referencia de pésimas influencias llegadas a través de las pantallas de televisión, donde vuelve la Ley de la Selva para imponer caprichos, donde el más fuerte es el más corrupto, donde el que se impone es el que más infecta.
Por otra parte, no pasa desapercibido que el actual ministro de Educación no enfrenta la realidad de un magisterio necesitado de profundos cambios, con la seriedad que el caso requiere, sino que divaga sobre temas que pueden ser importantes en otro momento, cuando la base de la enseñanza en Bolivia haya recuperado el nivel que tuvo en la primera mitad del siglo XX, en que cada maestro era un verdadero apóstol para el adiestramiento intelectual de la juventud, haciendo de cada uno de ellos un verdadero futuro auspicioso.
Así, a esta altura del cambio, el ministro de Educación desvía lo primordial de su labor abriendo un frente polémico relacionado con la enseñanza de las religiones en las escuelas y colegios con un programa que no sólo esté dirigido al dogma católico, sino a todas las creencias religiosas o por lo menos a las que estimulan la fe del ministro. Bolivia adoptó el catolicismo como religión oficial sin excluir la libertad de cultos, por tanto quien abrace otra religión que no sea la católica, puede elevar su fe al dios que busca y nadie se lo va impedir, a menos que sean esas “sectas religiosas” que más interés buscan en el bienestar económico personal, que en el cielo prometido, dando paso al caos, la confusión y el engaño.
Se menciona a los dioses seculares de los quechuas, aimaras, y de todas las etnias; muy bien, bienvenidos y respetados todo lo que significa un Ser Superior, esto es un Dios o el mismo Dios con nombres distintos, muy bien. Pero uno se pregunta -- teniendo en cuenta al ministro de Educación, al amplio sufragio logrado por el MAS y por la ubicación social de los sufragantes—se pregunta insisto: ¿la masa triunfante en las elecciones, no rinden su devoción al Dios de los católicos bailando para el Señor del Gran Poder, La Virgen de Urcupiña, el Señor de los Milagros, como también a los santos que invocan semanalmente en medio de borracheras y otros excesos? La corte celestial es tan numerosa que faltan semanas para seguir bailando, en cambio, alguna vez sabemos de ceremonias y rituales dirigidos a la Pachamama, al dios Inti y otras divinidades surgidas en el mundo andino, y no por ausencia de orientación en las escuelas, sino porque el pueblo se inclina por los presteríos, en una clara demostración de sincretismo y sacralización colectiva.
Lo que quisiéramos escuchar del ministro de Educación, es un plan de enseñanza claro, efectivo, acorde con las necesidades de la niñez y la juventud. Que planifique la construcción de edificios destinados a escuelas y colegios. Que se apruebe un presupuesto acorde con la necesidad de aquellos maestros que justifiquen un salario digno. Que exista un fondo destinado a becas para niños y jóvenes sin recursos. Un intercambio cultural con naciones prósperas y culturalmente evolucionadas, en fin, que se piense realmente en el futuro y no se divague con lo que viene a ser privativo de cada persona. Si a los gobiernos anteriores, después de la Revolución Nacional, no les importó la enseñanza básica del país, que se abra una puerta para dar curso a las aspiraciones de cada ciudadano boliviano en formación intelectual, dotando a las ciudades de bibliotecas, abaratando el costo de libros importados, como también facilitar ediciones de libros nacionales, difundir el legado de los grandes escritores bolivianos y, en fin, hacer que el pueblo lea, aunque a ello se oponga el canciller de la República que sólo quiere que la sabiduría llegue leyendo las arrugas de un anciano.
- Comentarios al e-mail: boliviscopio@hotmail.com