El próximo domingo 22 de enero el Presidente Eduardo Rodríguez Veltzé entregará el mando de la República al nuevo Presidente Evo Morales Ayma. Ese día toda la atención nacional e internacional estará focalizada en el nuevo gobernante y probablemente nadie rendirá homenaje al que se retira tras haber cumplido a cabalidad, contra viento y marea, la misión que le fue encomendada por el Congreso Nacional hace ocho meses cuando inesperadamente tuvo que dejar su cargo de Presidente de la Corte Suprema de Justicia para tomar las riendas del país por sucesión constitucional.
Cabe recordar que Eduardo Rodríguez, en su condición de Presidente de la República transitorio, según la norma constitucional vigente entonces, debía convocar a elecciones sólo para Presidente y Vicepresidente a fin de que éstos gobiernen el resto del período constitucional con el mismo Parlamento, vale decir hasta el 6 de agosto de 2007. Sin embargo, las candentes condiciones políticas y sociales de aquel momento obligaron al Congreso a modificar la Carta Magna mediante una ley interpretativa que posibilitó a Rodríguez convocar a elecciones generales y de prefectos departamentales para el 4 de diciembre de 2005. Esto implicó una renuncia voluntaria de los parlamentarios al resto de su mandato.
Tras la convocatoria a elecciones generales todo parecía ir sobre rieles hasta que surgió el problema de la redistribución de escaños parlamentarios conforme a los resultados del Censo de Población del año 2001. Esto significaba que algunos departamentos como Santa Cruz y Cochabamba que tuvieron aumento poblacional debían beneficiarse con más diputaciones a costa de otros, como Potosí, Oruro y La Paz, que habían perdido habitantes. Esa fue la manzana de la discordia entre regiones y también el pretexto para que en el Congreso surgiesen arrepentimientos a la renuncia del mandato legislativo y afanes solapados de impedir las elecciones generales a fin de que los congresistas no fuesen relevados.
El Congreso, que debía aprobar una ley de redistribución de escaños parlamentarios acatando un fallo del Tribunal Constitucional, fue aplazando y aplazando el cumplimiento de ese deber hasta que a principios de noviembre la Corte Nacional Electoral se vio imposibilitada de avanzar en el cronograma electoral y tuvo que cancelar la fecha de elecciones. El proceso electoral estaba a punto de desmoronarse con grave riesgo para la estabilidad democrática en Bolivia.
Fue entonces que el Presidente Eduardo Rodríguez tomó una decisión que por sí sola justifica con creces su gestión gubernamental. Mediante Decreto Supremo redistribuyó los escaños parlamentarios y señaló nueva fecha -el domingo 18 de diciembre- para la realización de las elecciones generales y de prefectos. El Poder Legislativo quedó mudo. Varios parlamentarios, dando pataleos de ahogado, presentaron demandas de inconstitucionalidad contra el Decreto de Rodríguez, pero el Tribunal Constitucional las rechazó todas.
En base a ese Decreto Supremo se reactivó de inmediato el proceso electoral y nada pudo detenerlo hasta el memorable 18 de diciembre cuando el pueblo acudió a las urnas y votó mayoritariamente por el cambio en democracia.
Nunca sabremos que hubiera sucedido si el Presidente Rodríguez no dictaba ese Decreto sin el cual no habríamos tenido elecciones generales. Sólo podemos imaginar la convulsión social y la violencia que se habrían desencadenado en Bolivia.
Este domingo, cuando entregue los símbolos del mando presidencial a su sucesor, Evo Morales Ayma, Eduardo Rodríguez Veltzé podrá decirse a sí mismo con inmenso orgullo: “misión cumplida”.
MINUCIO
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