Saturday, January 07, 2006

Cultural: PAISAJE URBANO

MARIO D. RÍOS GASTELÚ

Llenar un espacio periodístico cuando no se tiene a mano un tema, ha sido y será siempre una razón preocupante, pues existe el compromiso de escribir en las columnas en blanco. Surgen las ideas arremolinadas y, en su desorden, destaca una de ellas, a veces por la singularidad del contenido, cuando no por lo insólito que encierra su dimensión imaginaria.

Hoy, por ejemplo, recorro la habitación en la cual escribo estas líneas. Las fotografías enmarcadas perpetúan momentos inolvidables, ya sea por los personajes que allí aparecen o por los paisajes y postales de viaje que se perpetúan en la imagen. Cada fotografía muestra el símbolo de una ciudad, de un pueblo, de una historia. El momento vivido vuelve a la memoria y hasta se escuchan repetidamente las palabras pronunciadas en la ocasión, la melodía interpretada en aquel teatro moscovita, la ópera maravillosamente presentada en Dresde. También resuenan los vítores después de la caída del muro de Berlín. Lo que opinó del arte y del hombre, se resume en la mirada de Guayasamín. Serenidad de Savater, después de su conferencia. Yolanda Bedregal en el abrazo que cerró un homenaje a su hermosa producción poética. Todo es actual en la evocación de los hechos.

Transcurren los primeros días de enero. Muchos se preguntan ¿cuál será el tema cultural que pueda ser llevado a un medio de comunicación? La duda parece una equivocada sentencia respecto a que en enero “no hay cultura”. Cultura existe los doce meses del año, lo que puede faltar es actividad cultural, esto es: espectáculos teatrales, exposiciones, conferencias, conciertos y todo aquello que es el contenido de una cartelera cotidiana, mensualmente confeccionada.

Pero hay otro tipo de espectáculo, y es permanente: el paisaje urbano. La ciudad de La Paz es una de las urbes con características metropolitanas, donde cada día hay un atractivo espectacular, no sólo para el visitante, el turista, el caminante o el viajero circunstancial; también para el radicado en ella.

Acontece que el diario vivir nos sume en obligaciones y preocupaciones. Si uno detiene el andar y contempla la belleza de una ciudad misteriosa, como lo es la fundada por Alonso de Mendoza, encontrará el espectáculo de la naturaleza y las ocurrencias del hombre que en ella habita.

Existe el mercado de los brujos, que no es un atractivo exclusivo del turista. Si el habitante de la ciudad destina un par de horas a ese lugar, encontrará resabios de civilizaciones perdidas. Se deslumbrará con el hechizo de la cartomancia. Conocerá las costumbres ancestrales acerca de enterrar fetos de llama antes de iniciar una construcción de vivienda o edificio. Se aproximará a los efectos del sahumerio. En fin, penetrará en el mundo kallahuaya, en la sabiduría del yatiri, en las proyecciones del brujo. Sólo necesita dos horas para un corto recorrido por aquellas calles del centro de la ciudad.

Ingresar a un museo, es penetrar en el pasado. Penumbra y atmósfera pesada caracterizan a los repositorios destinados a Paleontología, Antropología y Etnografía. Es un espectáculo permanente para enriquecer el conocimiento de los pueblos andinos.

Un templo, como el de San Francisco, nos lleva de la mano a un acercamiento al sincretismo. Las pinturas y las esculturas religiosas, muestran la habilidad del hombre para perpetuar en el arte la devoción y la esperanza de los creyentes. La ornamentación y la arquitectura. En fin, hay mucho que ver y escuchar, sí, escuchar. La Paz es una ciudad bulliciosa que hace posible probar la capacidad auditiva de sus habitantes. El bullicio generalizado puede ser tomado como un caos, pero discriminado en la resonancia de cada voz u objeto, nos lleva a apreciar la melodía de un guitarrista mendigo. La entonación de voz del pregonero de diarios. El altisonante timbre de un vendedor callejero. Las risas de los niños en los parques mezclándose con aislados trinos vespertinos. Todo forma un conjunto de ruidos que identifican a un pueblo. Cada persona tiene la posibilidad de escuchar a su manera aquellos timbre sonoros. Es la facultad que tiene el hombre para seleccionar con inteligencia lo que le es agradable escuchar.

De igual manera, son los centros visuales de cada persona los que detienen la mirada ante lo bello, o lo sublime, como el Illimani. La naturaleza dotó a la ciudad la más bella de sus creaciones. La nieve eterna diseñada por invisibles manos de artista. Aquí valen las reflexiones respecto a la belleza natural y el talento humano. El músico contempla la montaña y escucha sus sonidos. El pintor admira cada uno de sus matices coloreados por la luz y las sombras. El poeta recibe la profunda inspiración del silencio majestuoso. El escultor palpa a distancia los pliegues del frío.

Así, la ciudad de La Paz, como toda ciudad del mundo, no cierra en enero ni en mes alguno sus puertas a la cultura. Su elevación queda rezagada ante la altitud de sus cumbres.

Parece increíble un viaje por provincias cercanas. En pocas horas el transportista llega a la cumbre donde las temperaturas bajan hasta cero grado, pero en pocas horas está en el trópico observando 35 grados a la sombra. Es el viaje: La Paz – La Cumbre – Yungas. Se puede disfrutar del paisaje y cultivar la mente con nuevos conocimientos. La cultura está a pocos pasos de todo observador, sólo hay que escuchar, mirar y palpar, la naturaleza se encarga de lo demás.

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