Sunday, January 15, 2006

UNA CHOMPA, UN PEINADO Y UN DESTINO

MARIO D. RÍOS GASTELÚ

Los medios de comunicación internacionales y los nacionales, por supuesto, pusieron interés, cuando no énfasis, en la vestimenta del presidente electo de Bolivia Evo Morales Ayma. En tal sentido, fueron los diarios más influyentes del mundo los que comentaron (no criticaron) la vestimenta de Morales Ayma.

La sociedad, acostumbrada al protocolo, miró con sorpresa, y en algunos casos con ironía, el “mal vestir” del líder socialista boliviano, como si el ganador absoluto de las elecciones en Bolivia, hubiese concurrido a un desfile de modas masculinas y no a entrevistas serias, trascendentales y esperanzadas, con líderes de América y otros continentes.

Las encuestas de opinión, de la que tanto gustan los canales de televisión, dialogaron con ciudadanos bolivianos lanzando la pregunta de rigor: ¿Cómo debe vestir don Evo ahora que será presidente de los bolivianos? Hubo varias respuestas, pero una de ella, con voz femenina dijo “Morales debe respetar a la sociedad y sobre todo a Bolivia. Vestir con traje y corbata y someterse al protocolo cuando entrevista a sus similares del mundo”. Lo que quiere decir que una chompa de alpaca es un insulto a Bolivia, o que una chamarra no va con una alfombra roja tendida a los pies del visitante boliviano.

Lo que ocurre es que vivimos un mundo de apariencias con una superficialidad rayando en la ignorancia. El refrán conocido dice “El hábito no hace al monje”, o si se quiere la paráfrasis que dice: “El traje no hace al hombre”. Pero esa sociedad que critica al líder masista tal vez ignora el refrán porque ignora lo que es cultura, porque no tiene hábito de lectura, porque está enfrascada en esa superficialidad de la vida.

El buen vestir, no tiene nada que ver con el talento. El mal vestir, nada tiene que ver con la capacidad de gobernar. Tuvimos presidentes, que no obstante de lucir una camisa importada, un terno con sello Sillerico, corbata Pier Cardan y calzados alemanes, su imagen era ridícula, dado su desconocimiento en la combinación de colores, o se que su elegancia quedaba reservada a su discurso y sus actos presidenciales. Ese mamarracho en el vestir, fue uno de los buenos gobernantes del pasado.

La corbata es una prenda ornamental de la vestimenta –ahora en hombres y mujeres—que no sirve para nada, sólo como un complemento del vestir elegante, aunque en el cerebro no haya nada más que aire concentrado. Además, vestir con corbata es una costumbre, un gusto muy personal, algo que muchos no soportan quitársela y otros no soportan llevarla. Costumbres, nada más.


Antiguamente, los poetas se distinguían por lucir una corbata voladora, como símbolo de sus actividades literarias. Los que pretendían ser poetas también lucían aquella prenda ornamental, pero no lograban su cometido, porque ni la corbata voladora ni ellos sabían escribir. La imitación se limitaba a una “figura poética” sin producción en las Letras.

En esto de la imitación, también recuerdo que, en los tiempos del traje con chaleco, la alta sociedad masculina llevaba esa prenda con el último botón desabrochado que, según ellos, era la moda impuesta por un aristócrata que se movía en el ambiente de la monarquía europea, pero dicho ciudadano no había abrochado el último botón por descuido, jamás para imponer una moda.

Hay otro refrán que dice: “La mona, aunque de seda se vista, mona se queda”. La sabiduría lleva a esas reflexiones. De nada sirven las sedas para las monas que quieren lucir una belleza que no la tienen. En cambio, los conocimientos que encierran las mentes cultivadas, son la verdadera belleza que lucen los seres humanos.

Pues bien, el presidente electo de Bolivia luce los trajes habituales para cubrir un cuerpo que sostiene una cabeza bien cultivada, cubierto de una cabellera envidiada en Cuba por muchos habaneros que ya no puede usar el peine, pues no les queda cabello alguno. No vaya a ser, ahora, que la sociedad boliviana pida que Morales Ayma cambie el peinado y engomine su cabellera para lucirla al estilo Travolta, y, a propósito de cabelleras, recuerdo también a ese notable grupo musical surgido en Inglaterra y conocido en el mundo como Beatles. Ellos impusieron una moda en el peinado y la juventud del mundo pidió en las peluquerías un corte al estilo Beatle.

En otra época –aún se conserva en muchos países, particularmente Argentina -- surgió la melena nazarena en los hombres. Había confusión en cuanto al sexo que llevaban pues eran las mujeres las que tenía que peinar cabellera larga y no los hombres. Fue entonces que también aparecieron bandas de delincuentes luciendo ese tipo de melenas y la sociedad reaccionó afirmando que los “melenudos” eran delincuentes, lo cual era un error porque no es el corte de la melena lo que hace al delincuente, sino el estado morboso en el que viven. La melena nada tiene que ver con la virtud o la corrupción, las causas son otras.

Antes que preocuparse por la vestimenta de Evo Morales, el pueblo de Bolivia debe pronunciarse ante la necesidad de solucionar en tiempo mínimo el gran problema de la educación. El gobierno entrante tiene que encarar serios problemas económicos y sociales y, en lo que respecta al ámbito de la cultura, el anuncio de crear una comunidad multiétnica destinada a la política cultural es, por cierto, bienvenida, pero la prioridad es dar solución a la falta de inmuebles destinados a la educación, pues a partir de los años cincuenta del siglo pasado, la niñez y la juventud han sido abandonadas a su suerte. Duele ver año tras año que padres de familia y niños tengan que dormir en las calles para lograr un a plaza en determinado colegio o escuela. Si hablamos impulsar la cultura, el cimiento está en las escuelas.

Hay mucho que esperar del nuevo gobierno en su histórica gestión. La chompa de alpaca, nada tiene que ver. El peinado a lo Evo, tal vez se imponga en la juventud boliviana a partir del domingo 22 de enero de 2006. Todo cambio es bienvenido si es fructífero para un país. Bolivia es una nación rica en su naturaleza. Cultivar los campos, producir y exportar, son metas que no deben ser pasadas por alto.

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