MARIO D. RÍOS GASTELÚ
En un país donde lo insólito es cotidiano, tampoco deja de ser extraordinario lo que en otras naciones es ordinario en el sentido de costumbres y actitudes. La semana pasada un matutino paceño difundió la noticia relacionada con la existencia de una biblioteca ubicada en el teatro municipal “Saavedra Pérez”, como un verdadero hallazgo, pues el público lector y aún el medio artístico, en su mayoría, no tenían referencia sobre aquel repositorio literario enriquecido, además, con material fonográfico, audiovisual y pictórico.
La riqueza cultural allí depositada, lleva el nombre de Biblioteca Liber Forty, por haber sido quien donó más de cuatro mil libros, además de otras riquezas culturales, según la mencionada fuente periodística.
Es curioso que, a la fecha de su “descubrimiento” la Alcaldía no haya difundido la noticia y reglamentado la visita al repositorio, en una ciudad –o país si se quiere—donde la afición por la lectura no está marginada por falta de interés, sino por la imposibilidad de adquirir en propiedad un libro, dado el alto costo de las ediciones. Por tanto, una biblioteca pública, puede compensar aquel desequilibrio abriendo posibilidades de conocimiento, particularmente a la juventud o a quienes enriquecen conocimientos especializados.
Por otra parte, valga la oportunidad, es bueno recomendar que, en el momento de ser habilitada esta biblioteca, como pública, los responsables de conservar los volúmenes deben ajustarse a un estricto reglamento para que los libros más valiosos y todos en general, no vayan desapareciendo en manos de “influyentes” lectores.
Lo dicho viene a recordar lamentables hechos ocurridos en otras bibliotecas, particularmente la municipal de La Paz, de donde fueron desapareciendo libros de cuño, ediciones especiales, documentos y otras obra que , sin duda, fueron sacadas de la biblioteca en calidad de préstamo por personas influyentes, autoridades de gobiernos pasados y amigos de los encargados de la biblioteca.
Como dato anecdótico cabe mencionar lo siguiente: En la Biblioteca Municipal de La Paz existían libros que pertenecieron a intelectuales de gran prestigio, como Rosendo Villalobos, Franz Tamayo, Alcides Arguedas y otros. A la muerte de las respetadas personalidades intelectuales, muchos de sus libros (no sé cuantos) desaparecieron de las estanterías municipales. Algunas de esas valiosas ediciones fueron a dar a los puestos de venta de libros usados, podían encontrarse ejemplares que también pertenecieron a bibliotecas municipales de Cochabamba, Sucre y Oruro
Como ejemplo, hace muchos años vi un ejemplar de “Don Juan Tenorio” en un ensayo literario de Picatoste. En las primeras páginas de aquel volumen se distinguía un sello que decía: “Biblioteca de Rosendo Villalobos”. En otras páginas se distinguía un sello con esta inscripción: Biblioteca Municipal - Oruro Bolivia. Es probable que Villalobos haya donado o vendido su biblioteca particular a una entidad edilicia, pero lo cierto es que estaba en una institución pública.
De Nataniel Aguirre podían encontrarse algunas de las primeras ediciones de sus obras. También era frecuente la venta de libros de Franz Tamayo en ediciones españolas de lujo.
Pues bien, ahora se habla de la Biblioteca Liber Forty y sus riquezas. Todo cuanto encierra este repositorio es patrimonio nacional y, por tanto se hace indispensable el celo funcionario en cuanto a resguardar aquellos tesoros que, con el tiempo, multiplicarán su valor.