"Dios castiga sin piedra ni palo" dice un viejo y conocido refrán, significando la supremacía de la justicia divina sobre la justicia humana no siempre justa y muchas tan injusta que castiga a los inocentes y premia a los culpables.
Esta mención viene al caso porque en las relaciones internacionales también es frecuente ver castigos sin piedra ni palo, de guante blanco podría decirse, por parte de unos países contra otros, aunque no por pleito judicial alguno, sino por motivaciones políticas o intereses económicos.
Pero vayamos al grano. Las relaciones bilaterales entre Bolivia y Estados Unidos se deterioraron progresivamente desde el pasado 22 de enero cuando Morales asumió la presidencia de la República. Entonces, de un plumazo, Evo dejó de lado la tradicional política boliviana de lucha contra el narcotráfico, erradicación de cultivos ilícitos de hoja de coca y desarrollo alternativo en las zonas cocaleras que se aplicaban con apoyo logístico, técnico y económico de Washington, en base a convenios bilaterales de la larga data.
Enarbolando los lemas de "coca no es cocaína" y "coca cero nó: cocaína cero sí", Evo nombró a un dirigente sindical cocalero viceministro de Defensa Social y Control de Sustancias Peligrosas, vale decir cabeza de la lucha contra el narcotráfico. Además dió vía libre al aumento ilimitado de los cultivos de coca autorizando la siembra de un"cato" de coca (1.6 Ha.) por cada afiliado en las seis federaciones cocaleras del trópico de Cochabamba. Con estas medidas, de hecho se despenalizó el cultivo de hoja de coca en Bolivia.
Como si eso fuera poco, en cierto momento, en su condición de dirigente sindical supremo de los cocaleros Evo expresó su conformidad con una resolución del sector que exigía expulsión inmediata del Chapare de todos los funcionarios gringos de organismos dependientes de EE.UU. Poco después el vocero de la Presidencia informó que no habría ninguna expulsión. Sin duda, oportunamente, algunos asesores advirtieron a Evo sobre los riesgos de pisotear arbitrariamente y sin denuncia formal convenios bilaterales entre La Paz y Washington.
Como remate de esta ofensiva contra EE.UU. Evo aprovechó su encuentro con la Secretaria de Estado de los Estados Unidos, Condolezza Rice, en Santiago de Chile, para obsequiarle un charango que más parecía una gran hoja de coca con cuerdas y clavijas. Algo equivalente a regalar a un musulmán la caricatura de Mahoma con una bomba en lugar del turbante.
En este proceso de ofensiva persistente con pinchazos sucesivos se ve claramente que Evo Morales utilizó la coca no diremos para castigar pero sí para fastidiar a Estados Unidos. Y lo hizo con jactancia.
Alguna respuesta tenía que haber por parte de Estados Unidos, país poderoso que desde hace dos siglos nunca deja una ofensa sin la correspondiente represalia. Actualmente lo vemos todos los días en las noticias sobre Irak. Ojo por ojo y diente por diente.
Por suerte, como en la ofensiva de Evo la única arma utilizada es un vegetal: LA COCA, a la Casa Blanca no le quedó otra opción que recurrir a otro vegetal: LA SOYA, para dar a su represalia un matiz equivalente. Y ni siquiera tuvo que bombardearnos con grano de soya. Bastó que EE.UU. firmase un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Colombia para que los bolivianos confrontemos el riesgo que quedar enterrados en nuestra propia soya a mediano plazo, al cerrarse Colombia como mercado para nuestro grano.
Así son las cosas, esta vez no es Dios sino EE.UU. que castiga a Evo y a Bolivia "sin piedra, ni palo" sólo con soya, el grano dorado entre cuyas usos al parecer hay uno que nos era desconocido: el de hacer tambalear la economía de un país.
MINUCIO
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