Armando Mariaca V.
Desde hace tiempo, la Constituyente se ha convertido en aspiración de casi la mayoría de los bolivianos; pero, en sumo grado, desde los resultados de las elecciones del 18 de diciembre y de la asunción al poder del Presidente Evo Morales Aima que resultó elegido por mayoría abrumadora de votos. La Constituyente será, conforme a viejos conceptos y prácticas, la conformación de un grupo que, al margen del Poder Legislativo, “estudie modificaciones a la Constitución Política del Estado o la reforme completamente”.
Para muchos de los posibles actores – incluídos grupos sociales, políticos, cívicos y empresariales – parecería que la Constituyente será una especie de “varita mágica” que resuelva todos los problemas del país y que, luego de ella, “sólo habrá que poner en práctica todo lo que defina y decida”. La verdad es que, en política o en economía o en cualesquiera actividades del ser humano, no hay milagros, no hay cambios inmediatos, no hay decisiones que sean efecto de un consenso absoluto.
Lo que se busca – inicialmente para el proceso que se llevaría a cabo en julio proximo – es conformar la Constituyente; es decir, un grupo de personas representantes de instituciones, de los partidos políticos, de organizaciones ciudadanas, grupos indígenas, empresarios y entidades que conforman el Estado boliviano que es el país en su conjunto. Estos representantes, una vez reunidos, conformarán una directiva y estudiarán, profunda y responsablemente, una agenda que sirva para ver que reformas y qué cambios conviene a la Constitución o, en su caso, cómo será transformada totalmente como es la aspiración del partido de gobierno y de otras organizaciones.
El trabajo que espera a los constituyentes no es fácil ni podrá ser rápido ni tendrá las características que muchos esperan para complacer a todos. Debe ser, en todo caso, un grupo que actúe con mucha inteligencia, conciencia de servicio al país, sentido de equidad y ecuanimidad. Tendrá que ser un equipo de ciudadanos que tenga muchos valores y que su meta sea el país; no debe ser excluyente ni racista; tendrá que luchar contra sus propios complejos o sentimientos de clase, de posición social o económica, de raza y otros factores que son negativos, que no marginen los derechos de los demás y que sea, en sus intenciones, trabajos y resultados, un medio de unidad de todos los bolivianos.
La Constituyente a conformarse mediante las elecciones de julio próximo, será un acontecimiento importantísimo, decisivo para la vida del país y por muchos años. Será un proceso que, una vez que defina los resultados de una nueva Constitución, muestre que ella sea lo que todos esperamos y, en su aplicación y consecuencias, sea factor de unidad, comprensión, entendimiento, convivencia, hermandad y solidaridad de todos los hijos de la misma patria que es Bolivia.
Quienes buscan utopías o extremos como “justicia para 500 años de explotación”, “aniquilación de la pobreza y de la marginalidad”, “entendimiento y aplicación inmediata de la justicia”; “cambios institucionales que transformen al país en cuestión de días” y otras aspiraciones, por justas que sean, están equivocados, aunque podría ser a largo plazo y de ninguna manera conquistas inmediatas porque, repito, no tendrá ese proceso – y menos quienes lo integren – condiciones milagreras. Que puede ser el paso para iniciar procedimientos que remedien, en lo mediato, las malas situaciones e injusticias vividas, ni duda cabe.
La Constituyente será el resultado de lo que hagan sus componentes que, es de esperar, actúen conciencialmente y en beneficio de todo el país; de otro modo, será, simplemente, la repetición de lo que hicieron en el Parlamento en muchísimas gestiones y donde sólo cabían los intereses partidarios y las conveniencias circunstanciales de los gobiernos de turno.
Se habla mucho de cambios, y ello será posible cuando se destierren las viejas prácticas, los errores que han conducido al país hasta el estado en que se encuentra. El pueblo, en la medida en que actúen los Poderes del Estado y, mucho más, los constituyentes elegidos en julio, apoyará lo que se haga y contribuirá a su éxito que será de todo el país. Ojalá que las ambiciones de grupo, los intereses creados, las posiciones excluyentes, la demagogia y la carencia de idoneidad sean desechados y prime la conciencia de que servir al país en su totalidad es el mejor servicio para el futuro de la República que no necesita, ni ahora ni después, cambiar de nombre, ni ser refundada o, peor, cambiar de símbolos patrios que unen a todos, los aglutina en busca de un convivir fraterno y solidario.
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