Tuesday, March 28, 2006

EVO ANTE LA HORMA DE SU ZAPATO

No se sabe aún por qué, pero está comprobado que los solterones, por muy valientes y conquistadores que se crean, le temen a las mujeres, especialmente a las que no se amilanan ante rangos ni jerarquías, y que al ser ofendidas muestran rápidamente uñas y dientes, enfrentándose abiertamente al ofensor, sea príncipe o mendigo, presidente de la república o portero de ministerio.

Es el caso del presidente Evo Morales hoy públicamente emplazado por la Dra. Silvia Salama, vocal del Tribunal Constitucional de Bolivia, a probar que ella recibió soborno con motivo de la admisión de un recurso de inconstitucionalidad planteado por el directorio del LLoyd Aéreo Boliviano (LAB) contra una reciente intervención gubernamental esa empresa privada.

Ayer el presidente de la república, comentando ante periodistas la crítica situación que atraviesa la línea aérea bandera del país, puso en tela de juicio la probidad y honestidad de todos los magistrados del Tribunal Constitucional cuando dijo: “Me pregunto cuánto dinero habrán recibido los miembros del Tribunal Constitucional para admitir ese recurso. Seguramente ha sido mucho.”

Hoy la Dra. Salama emplazó públicamente al presidente para que pruebe ante el país su denuncia de que ella, como vocal del Tribunal Constitucional, recibió soborno. “El presidente Morales está obligado a probar su acusación. Si no lo hace exijo que me de una satisfacción pública”, dijo la magistrada.

El desafío está lanzado. Una mujer de agallas, abogada y juez por añadidura, ha puesto a Evo contra la pared. ¿Será que el presidente se encontró con la horma de su zapato? Es la pregunta que flota en el ambiente mientras crece la expectativa por la respuesta presidencial. Por su parte la Dra. Salama también espera, sabiendo que tiene la Ley de su lado.

En cualquier país civilizado que se precia de vivir en democracia la vigencia de la Ley y la independencia de los poderes del Estado son fundamentales para garantizar el respeto a los derechos humanos y evitar el abuso de poder.

Dentro de un estado de derecho, que significa igualdad ante la Ley, quien comete delitos tiene que ser juzgado bajo la premisa de presunción de su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad. En ese marco de legalidad quien denuncia comisión de delitos tiene la obligación ineludible de probar sus acusaciones, so pena de incurrir en delitos de calumnia y difamación. Esto vale para todos los estantes y habitantes de un país, sean gobernantes o gobernados, pues, con la misma vara con que mide al más humilde los ciudadanos la justicia tiene que medir al más encumbrado de ellos, así sea presidente de la república.

Hacemos estas consideraciones porque actualmente el presidente Morales practica el lanzamiento de denuncias y acusaciones a diestra y siniestra cual si fuese deporte cotidiano, algo así como lanzar bala o jabalina contra quienquiera que se le ponga al frente.

Evo parece convencido de que su rango presidencial le otorga impunidad absoluta para echar lodo con ventilador, unas veces apuntando hacia personas con identidad precisa y otras, las más, sin ninguna puntería, a fardo cerrado como ahora que acusó de venalidad y corrupción a todos los magistrados del Tribunal Constitucional. Antes ya había enlodado a la Corte Nacional Electoral en pleno denunciando, sin pruebas, fraude en las pasadas elecciones.

Hasta ayer las víctimas de esos ataques verbales del presidente habían optado por rechazar de plano las denuncias y pedir tímidamente que sean probadas, a sabiendas de que no existiendo pruebas la cosa quedaría ahí, pues, con todo el poder inherente a su cargo Evo no ha encontrado aún la fórmula de fabricar pruebas valederas en juicio.

Eso da lugar a que mucha gente piense que Evo Morales padece de verborrea compulsiva crónica, enfermedad que se desata cuando le ponen micrófonos y cámaras de televisión al frente. Algo así como esas alergias al polen o al pelo de gato que ocasionan estornuditis aguda e imparable la cual sólo cede ingiriendo antihistamínicos.

Entre las verborreas conocidas la peor de todas es la verborrea presidencial, porque no tiene remedio. Lo estamos viendo en Bolivia.

MINUCIO

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