Sunday, March 05, 2006

EN BUSCA DE UN TEMA CULTURAL

MARIO D. RÍOS GASTELÚ

La tarde lluviosa me llevó a refugiarme en mi biblioteca donde, acompañado por todos los amigos que allí conservo alineados en las estanterías, “asistíamos” al concierto de sonidos sublimes emitidos por altavoces del tocadiscos reproduciendo sonatas y conciertos para piano de Amadeus Mozart, de quien la humanidad recuerda dos siglos y medio de su nacimiento en Austria. Los instrumentos de afamados pianistas ambientaron las horas, en tanto yo me asomaba a los poetas de anteayer, ayer y hoy, unos conservados en su lujosa vestimenta y otros con su achacosa atuendo de comienzos del siglo vigésimo.

Los clásicos del verso métrico, las lágrimas inconsolables de los románticos, la fe de los místicos, el coraje de los épicos y los “malditos” rimadores del movimiento más asombrosos de la poesía, son los poetas de anteayer.

Pero los otros, más cercanos como Huidobro, Neruda, Mistral, Borges, Hernández, Guillén, Pound, sólo para citar algunos, se aprietan con los que confiaron a la tinta y al papel todo el sentimientos y arte literario para crear la poesía moderna y la de días actuales.

Vecinas a esos anaqueles, están las tablas que sostienen la producción de los poetas bolivianos. Apretados, con poco oxígeno, pero aún respirando salud, mensajes y sentimientos a cuyos versos se vuelve con frecuencia, en tarde como esta, con resonancias musicales y persistencia de la lluvia en los tejados.

Ahí los tengo, muy cerca mío. A los que aún transitan sobre el brillo del asfalto, los que se deslizan sobre hojas de otoño, los que contemplan la serenidad de los astros y los que aprietan el puño para denunciar infamias.

También están los otros bardos, los que dejaron huellas destinadas a orientar a los que asoman temblorosos hasta el rincón de los poetas: Jaime Sáenz, Sergio Suárez, Yolanda Bedregal, Oscar Cerruto, Oscar Alfaro, Silvia Mercedes Ávila, Alcira Cardona, Blanca Wiethüchter, entre muchos otros más.

Me detengo ante esos rapsodas, dispuesto a abrir un diálogo con sus sombras y escuchar el eco de sus voces. Todo es fugaz como en un encuentro casual, Las melodías de Mozart se amplifican en los parlantes.

Ya tengo en las manos un libro de Jorge Suárez y el nombrarlo, me ubica en un ayer de coloquios, de cafetines sucrenses, de picardías colegiales y, por cierto, de repasos literarios.

El amor es tan solo un ruiseñor
que se lo lleva la marea

Escribió Suárez en Sinfonía del tiempo inmóvil. El libro rebosa amor y desamor.

También mi “reencuentro” es con Silvia Mercedes:

Estoy en ti
como la música
de los días con lluvia
cuando una lágrima
no bastaba a los vasos
de la infancia.

Me parece ver su imagen en aquella tarde gris con sonidos, como los que hoy escucho en la cenicienta tarde, contemplada desde la ventana que encuadra el jardín de las dalias.

Aquí están las obras de Jorge Sáenz. En uno de los volúmenes la página está marcada con una tarjeta. Una de las estrofas dice:

La hermosura de la vida,
por el milagro de vivir.
La hermosura de la vida,
que se queda
por el milagro de morir.

La vida y la muerte, como algo que viene y se va. La muerte y la vida, como latidos que se prenden y apagan.

Siguen las lecturas breves. Esta vez con el acento tarijeño y la sonrisa de Oscar Alfaro:

La tierra es del hombre, como es de los pájaros.
¿O acaso la tierra la han jecho los ricos?

El poeta amó a su tierra natal, con la misma intensidad de su amor por los niños. Las páginas de sus libros contagian su ternura, como la sonrisa que pintaba su personalidad.

Callaron los conciertos mozartianos. Persiste la lluvia. Hay un ronquido de aguas en cercano río. Vuelve el genio de Salzburgo con la grandiosidad de las Sonatas para Iglesia.

Abro un libro de Yolanda Bedregal. Una de sus páginas encierra la profunda mística de sus pensamiento. Leo y releo el Holocausto. También me acompañan los sonidos de la sonata.

Oh Cristo, yo quisiera de tu augusta cabeza
desclavar los espinos; endulzar tu martirio;
darte mi adolescencia como incienso en delirio:
alabándote en salmos, restañar tu tristeza.

Sigue la lectura. Los libros se apilan. La música coral atenúa el ruido del río. La lluvia ha cesado. Es la hora de abandonar la biblioteca. El mundo sigue girando. Las noticias estremecen.