Sunday, April 23, 2006

Calandria quechua en una Embajada

MARIO D. RÍOS GASTELÚ

El gobierno del presidente constitucional de la República, Evo Morales Ayma, designó embajadora de Bolivia en Francia a la artista Luzmila Carpio, consagrada dentro y fuera del país, como genuina intérprete de la música boliviana.

La determinación, sin duda, causó sorpresa en círculos diplomáticos, como también en el ámbito social del país. Por cierto que los aplausos más sinceros llegan desde el sector artístico nacional. Sin embargo, no se pueden pasar por alto las palabras del Presidente Morales cuando dijo: “ Ya era nuestra embajadora en Francia. Era una embajadora legítima; sólo estoy legalizando que nuestra compañera Luzmila Carpio sea embajadora en Francia”.

El perfil de Luzmila es conocido entre artistas y gente vinculada al arte, pero es oportuno recordar una trayectoria digna de una personalidad que de la ilusión pasó a una manifiesta realidad.

Luzmila nació en la región norte del departamento de Potosí, donde se levanta la comunidad de Kala Kala a una elevación de 4.000 metros, a cuyo nivel se encuentra, ahora, su fama, su prestigio y su consagración, en éste año de los grandes cambios en Bolivia.

Aquella niña de los once años de edad, que quiso interpretar un huayñito ante el micrófono de una radio emisora de Oruro, frustrándose su intento, llegó a ser la voz aclamada en los grandes escenarios de la canción popular de América y Europa. Pero sus pasos seguros sobre la inquietud innata del canto, poco después de aquel fracasado intento, se acentuaron en la misma ciudad guiada por un maestro del sonido y venerable figura del teclado: Ricardo Cortez y Cortez, ciego de nacimiento aunque iluminado de arte sonoro y de intuiciones acertadas. Resultó, así, que las emisoras orureñas, El Cóndor y Universidad, le dieron la oportunidad de expresar sus canciones, cuando ella ya había aprendido el castellano y asimilaba nuevos cantos de corte folclórico y popular.

Muchas alegrías le esperaban en un futuro cercano. Elegida Ñusta por sus dotes artísticos y su atractiva figura, sus lozanos 17 años se engalanaban con una voz de privilegio dado su acento quechua, capaz de endulzar las palabras más sinceras y descriptivas de su repertorio.

Lo más sobresaliente llegaría pronto. Luzmila se fue a Europa y encontró una Alemania que reconoció sus dotes artísticos y una Francia -- crisol de cultura-- que supo ubicar en los planos mayores de la popularidad a la cantante boliviana. Ella reconoció que ese éxito robusteció esperanzas, porque hasta París llegan miles de artistas con sueños a veces de triste despertar. Sus triunfos y el aval francés a sus cualidades musicales, traducidos en los premios Choc du monde de la Musique y el Diapasón d´Or otorgados por prestigiosas publicaciones musicales, cuyos integrantes del jurado encontraron digno de oropeles al álbum que Luzmila presentaba con sus mejores temas folclóricos: “Kuntur Mallku – the mesenger”, en el cual las tradiciones llevan en alas de la canción las milenarias expresiones de los quechuas, reflejadas en el verso que pinta el esplendor de la naturaleza o la grandeza cosmogónica, hasta donde el canto quechua pueda ubicar al hombre de su tierra.

Luzmila ha tenido más de un centenar de entrevistas destinadas a columnas periodísticas o revistas especializas, en las cuales su origen indígena se revela desde el fondo de sus sentimientos, como un reproche a la discriminación que ha sufrido su estirpe, desde la conquista de América, hasta nuestros días. Ella dijo: “Pertenezco a un sector marginado del humanidad: los indios de América. Hace 500 años que una Europa humanista, civilizada, católica, niegan nuestra autenticidad, nuestros valores culturales, nuestra espiritualidad, nuestra personalidad”.

Aquellas palabras no sólo llevan el acento de la denuncia, sino la amargura de la marginalidad. Un verdadero holocausto de los indios de América.

En Luzmila Carpio, no asomó nunca el interés personal de sacar ventajas para su arte, lo que en sí ha buscado desde niña, es que la cultura quechua no se extinga, por eso su canto tiene humedad a tierra y sus gorjeos el mensaje al cosmos. Los éxitos sólo son consecuencia de su andar por caminos de justicia, para entregar al mundo el testimonio del sufrimiento y del abuso, llevados a la melodía que su charango llora y su canto sublimiza.

Barcelona, poco antes de la extinción del siglo XX, reunió a personalidades folclóricas del mundo y llevó a uno de los conciertos a una trilogía de artistas, donde Luzmila Carpio, alternó la música quechua con las melodías bereberes de Houría Aïchi y los sones africanos de Mirian Makeba.

La vida de Luzmila, transcurrida entre el llanto de sus mayores y los aplausos, hoy se yergue como figura de la política internacional con el nombramiento que le confiere el gobierno. Ni el título de embajadora de una nación, ni el triunfo en el arte, empañan la transparencia de sus ideas y su amor al Tata Inti y a la Pacha Mama.

- Comentarios al e-mail: boliviscopio@hotmail.com