MARIO D. RÍOS GASTELÚ
La actual directora del Ballet oficial, Norma Quintana, ofreció una interesante velada en el Espacio Patiño, donde hizo posible evocar una fresca y atrayente trayectoria del Ballet Nacional, desde aquellas primera inquietudes de los años 30, cuando el nombre de Amerindia marcó un derrotero que fue cristalizándose hasta nuestros días.
Recordar, no es otra cosa que volver a vivir jornadas inolvidables que pueden estar adosadas a inquietudes muy particulares o de otra manera, proyectadas a un futuro lleno de logros. Así ocurrió con el Ballet Nacional, desde los tempranos días que despertaron inquietudes de relieve en los años 60 cuando se habló seriamente de la danza clásica en Bolivia.
Por cierto que aquella tarea, como las que vinieron después, ha sido ardua, con serios inconvenientes y, por supuesto, escaso o casi nulo respaldo estatal. En medio de contratiempos y éxitos, surgieron nombres, allí por los años 60 cuando una joven bailarina de elenco argentino de visita a La Paz, Melba Zarate, fue nombrada directora de la primera institución de danza del país. Allí arrancó una historia, con matices propios de instituciones que se valen por si solas para lograr su cometido.
El recuerdo de todo lo acontecido, o por lo menos parte de lo que presenciamos entre los años de 1960 y hasta los años 2000, tuvo origen en una noche de evocaciones preparado por la maestra Norma Quintana, actual directora del Ballet Oficial y figura de relieve en la época en que participó de bailarina en obras importantes.
La voz de Norma Quintana se amplificó en la sala del acreditado espacio cultural citado, pero más allá de cuanto pudo haber mencionado entre fechas, nombres, obras, anécdotas e imágenes de videos, la maestra tuvo la virtud de remover recuerdos que se sumaron durante el reencuentro con la danza prolongándose por horas en diálogos a parte con sabor a café tinto.
No hay duda que en la memoria de todos está aquella primera función de El lago de los cisnes, bajo dirección de Melba Zárate. Después hubo obras de envergadura, giras, comentarios y consagraciones que no dejan de lado a figuras estelares, como Martha Torrico, nombre que alcanzó relieve por el hecho de haber demostrado que, en Bolivia, era posible la danza clásica con obras de grandes compositores universales.
Citar algunas figuras más, sería caer en olvidos lamentables, pero queda algo que es difícil de omitir, como el caso de Emma Sintani consagrada en Brasil o Mariela Gonzáles que tuvo exitosa formación en Buenos Aires. Lo demás es historia nueva donde se ubica la etapa de Norma Quintana, como bailarina, hasta el día en que Giselle, cerró su trayectoria para darle paso a la maestría, esto es, la enseñanza de la danza.
En la actualidad el elenco de ballet nacional tiene las mismas dificultades que en su inicio. No hay un aporte claro del Estado y, por tanto, queda librado a su suerte. No se puede dudar de que su actual directora tiene la capacidad y la experiencia que son indispensables para salir airosa de todo compromiso, en ese sentido esperamos confiados lo que pueda venir en el transcurso del año porque es augural el sabor de los frutos.
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