Mario D. Ríos Gastelú
Volvió a las galerías de arte de La Paz la pintora argentina (radicada en la ciudad de Santa Cruz desde 1989) Mirta Cwirko con una muestra novedosa tendiendo en cuenta su serie de esculturas.
Precisamente en lo esculpido, Cwirko da a conocer la otra faceta de su producción artística, no conocida en la amplitud que nos muestra. Para el logro de la serie, la idea está centralizada en el paraíso y el símbolo del pecado, la manzana que, como una constancia, aparece en varias de la esculturas.
Es interesante detenerse en cada una de ellas, por las variantes que presenta y por la idea generalizada en el pecado capital. Pues en alguna de ellas también está el tiempo transcurrido, no como una imitación a reloj de péndulo, sino como reflejando los siglos transcurridos y la secuencia que ha tenido el origen del hombre, en un constancia que dio paso a la creación de la humanidad.
En cuanto a la realización de las ideas de Mirta, cabe puntualizar la delicadeza puesta a servicio de sus ideas, o sea que cada escultura muestra a una artista que ya no está experimentando, sino que su logro en las artes plásticas se encuentra en el nivel que es exigible a todos.
En cuanto a las pinturas, se puede decir que persiste la idea original destinada a la pintura de la ingenuidad, pero si repasamos o recordamos muestras anteriores, encontramos algo peculiar en estos cuadros: el ornamento del que carecían anteriores series.
La mujer como una característica del pueblo argentino a nivel popular, es decir, la llamada “chirusa” por los poetas del verbo antológico donde Hernández sublimiza en sus cantos de Martín Fierro.
Estas mujeres de Cwirko, añaden a su encanto femenino la picardía y el coqueteo, luciendo galas inspiradas en un vestuario que también es propio de éstos niveles sociales, de tal manera que al no dejar de lado la fuente primigenia de inspiración, se logran ciertas variantes que llaman la atención del público, como las pinturas de apreciable dimensión vertical.
Otra referencia es el haberse alejado de los colores ocres para encender la luz de sus nuevos cuadros, teniendo el cuidado de no entorpecer los tonos ni agredir a la mirada de quienes contemplan sus obras. En todo caso, la luminosidad es alegre, variada y adecuada, en un panorama de contrastes delicados donde el fondo (antes no era tomado en cuenta) hace posible resaltar la figura desde el color y la profundidad de los ojos --grandes, nostálgicos, simbólicos-- donde la mirada también puede ser constante en las mujeres cruceñas.
En cuanto a la figura misma, el cuerpo es otro detalle importante, no porque lo curvilíneo llegue a impactar como una seducción propia del mundo femenino, sino como un destino para perpetuar la especie, esto es, la maternidad entendida desde el ángulo del arte.
En conclusión, la muestra de Cwirko está en un mejor nivel en relación las muestras ofrecidas en los dos últimos años. Ahora tenemos la esperanza de una continua evolución cuyos cambios nos permitirán demostrar hasta donde va el intelecto de la artista.
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