Sunday, September 18, 2005

BALLET SUMMA ARTIS EN EL MEJOR NIVEL

MARIO D. RIOS GASTELU

Entre las pocas programaciones de jerarquía presentadas en el teatro municipal Saavedra Pérez, están las obras de ballet ofrecidas al público por el elenco de Summa Artis, dirigido por Mónica Camacho.

En las funciones de dicho conjunto, se interpretaron dos obras semejantes, respecto a sus orígenes, considerando a la música gitana/española/rusa, como fruto de raíces similares, dada la aproximación de sonidos y danzas recreadas en costumbres populares y jerarquizadas con el toque clásico de maestros reconocidos.

Summa Artis, ofreció en primera instancia Pasión Gitana, resultado de la selección de temas de aire cíngaro, con una escenografía apropiada, creada por Redy Rubín de Celis, donde un violín y una matrosca, acercan al público a la esencia ruso-calé.

Sorprendió, positivamente, la participación de jóvenes bailarinas y coreógrafas inteligentes. Por cierto que no está dicha la última palabra, considerado el nivel de aprendizaje aún lejano de maestrías. Así, el primer tema Corazón de aceite, puso en relieve las posibilidades físicas en movimiento de la bailarina Viviana Seoane, por la impresión que causa la sincronización de movimientos cercanos a la perfección del manejo de los brazos.

Para la música de Massenet, Mónica Camacho creó una coreografía afortunada con destino a El insomnio del jinete. Tres bailarinas respondieron con éxito.
Al ritmo de Manuel de Falla, la esencia hispana llegó al escenario con más salero, aprovechado por Fátima Lazarte. Sus aptitudes también encuentran buen eco en su labor de coreógrafa destinada a la obra ¿Quién te vio y no te recuerda? Con Luz de plata y Final de corazones, terminó la primera parte de un todo interesante.

Los nombres Minkus, Makarova, Petipá son sinónimos de la más alta jerarquía del ballet mundial. En la reposición de la obra Paquita, Camacho alcanza el mejor nivel de su profesional formación y una aplaudida actuación de sus pupilas. Su presencia junto a sus bailarinas, tiene la virtud de llevar la atención del público a su magnífica actuación de solista que, en su momento, es eje de todo el movimiento danzante.

Desde la polonesa y mazurca, pasando por cinco variaciones, desemboca en la seguidilla y la coda de aplaudida intervención. El mismo elenco se desplaza con mayor soltura, con innegable seguridad. Mónica pone en relieve su dominio de escena, movimiento de brazos y desplazamiento de cuerpo. Así, el espectáculo logró un cierre digno de la muy breve temporada de danza en un coliseo que tendría que seleccionar programas de jerarquía, como el visto la semana anterior.