Tuesday, September 13, 2005

PARAGUAY: MEGAPISTA EN EL CHACO

En el chaco paraguayo, a 200 kilómetros de la frontera con Bolivia, en la base militar Mariscal Estigarribia, existe una megapista de 3.800 metros de largo apta para el aterrizaje de aviones de gran envergadura como bombarderos y de transporte de tropas y pertrechos militares de gran peso (B-52, Hércules C-130, Galaxy C-5 y KC-135 entre otros). Esta base “es más grande que la del aeropuerto de Asunción” a decir de un vocero autorizado del ejército paraguayo.

La gran pista fue construida por técnicos de Estados Unidos en la década de los 80 durante la dictadura de Stroessner. Desde entonces es mantenida en perfectas condiciones de uso, aunque el tránsito aéreo en ella es mínimo (pocas avionetas privadas y algún transporte militar paraguayo cada semana), según una información de prensa en la cual también se remarca que hace cuatro meses el congreso aprobó una ley que concede inmunidad a las tropas de Estados Unidos y, por primera vez en la historia paraguaya, se autorizó la entrada en tandas de 400 soldados estadounidenses “para 13 operativos de entrenamiento y adoctrinamiento en materia de seguridad y defensa, así como para tareas de asistencia médica y social a poblaciones pobres.”

Cualquier país puede construir pistas, cortas o largas, en cualquier punto de su territorio. Está en su derecho y no caben objeciones. También, en ejercicio de su soberanía y en el marco de su Constitución puede otorgar inmunidades y autorizar el ingreso, permanencia temporal o tránsito de tropas extranjeras. Por tanto, siendo así, no tendría que haber ningún motivo de preocupación para los vecinos del Paraguay entre los cuales está Bolivia, al igual que Argentina y Brasil.

Cuando Estados Unidos construye grandes pistas en el extranjero no lo hace por generosidad ni para contribuir al desarrollo del país involucrado, ni para curar enfermos. Siempre tiene bajo la manga una motivación política o geopolítica que incluye la instalación de bases militares abiertas o encubiertas que eventualmente puedan servir de trampolín para intervenciones armadas en países circundantes.

En el caso de la megapista del chaco paraguayo, por ejemplo, el tiempo en que fue construida -hace 20 años-coincide con un período de expansión socialista y comunista en el cono sur latinoamericano, al extremo de que varias dictaduras de entonces, con el asesoramiento de la CIA y el Pentágono, diseñaron y pusieron en práctica el “Plan Cóndor” de represión militar sin fronteras para eliminar a los revolucionarios.

Posteriormente las cosas cambiaron. Las dictaduras fueron cayendo una tras otra y gobiernos democráticos las reemplazaron. Los movimientos de extrema izquierda parecían haber quedado aplastados. Sin embargo en las últimas dos décadas resurgieron socialismos de nuevo cuño que se fortalecieron paulatinamente debido a la expansión de la pobreza por efecto del modelo neoliberal.

Partidos o movimientos de izquierda radical dejaron atrás la subversión y la guerrilla como métodos de lucha para conquistar el poder y optaron por la vía democrática sometiéndose al veredicto de las urnas para ganar primero espacios de participación y, finalmente, el gobierno. Para ilustrar esto bastan dos ejemplos: Inacio Lula da Silva, presidente constitucional del Brasil, y Hugo Chávez , presidente constitucional de Venezuela, este último satanizado abiertamente por Estados Unidos.

En Bolivia tenemos el Movimiento al Socialismo (MAS) liderizado por Evo Morales, dirigente cocalero de extracción campesina quien estuvo a un paso de la presidencia en las elecciones del 2002. Ahora, rumbo a las elecciones generales de diciembre, las encuestas sobre preferencias de voto lo ubican entre los dos primeros.

Washington considera peligrosos a Evo Morales y a su acompañante de fórmula Alvaro García Linera. Al primero por su lucha en defensa de las plantaciones de coca que desde la óptica estadounidense equivale a cocaína y narcotráfico; al segundo por haber militado en un movimiento guerrillero campesino que cometió actos de terrorismo, delito por el cual fue juzgado y condenado a prisión por varios años.

Dentro de su política de seguridad nacional Estados Unidos se arroga la facultad de combatir por todos los medios, incluida la intervención militar, al narcotráfico y al terrorismo en cualquier lugar del mundo. Hace unos años su ejército invadió Panamá para derrocar al presidente Manuel Noriega y llevárselo para que sea juzgado y encarcelado por narcotráfico en Estados Unidos. Después vino la invasión a Irak, alegando que su gobierno escondía arsenales de armas químicas para uso en acciones terroristas. El presidente Sadam Hussein fue derrocado, luego apresado y actualmente espera ser juzgado. Las armas químicas no han sido encontradas hasta hoy.

Pero volvamos a la megapista existente en la base militar Mariscal Estigarribia del chaco paraguayo. Mientras los bolivianos estamos en proceso electoral tropas de EE.UU. en tandas hasta el número de 400 irán llegando ahí con sus pertrechos, a bordo de gigantescos aviones Hércules y Galaxy. Harán ejercicios conjuntos con el ejército paraguayo hasta diciembre del 2006. Los tendremos a 200 kilómetros de territorio boliviano. Aunque su propósito no fuera observar de cerca lo que pasa en Bolivia durante y después de las elecciones del 4 de diciembre, por la proximidad y las noticias sabrán todo. Estaremos en su mira.

¿Cómo le caería a Washington un triunfo del MAS?. ¿Se quedaría Bush de brazos cruzados frente a un Evo Morales presidente y un Alvaro García Linera vice?. Dentro de la guerra de insultos pre-electoral, algunos candidatos presidenciales rivales del MAS ya han calificado a ese binomio de narco-terrorista. Si aquí pasa eso, ¿cuál será la óptica de la Casa Blanca y del Pentágono?. ¿No se les ocurrirá lanzar a su caballería para defender la seguridad nacional de los Estados Unidos?.

Esperemos que no.

MINUCIO

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