Sunday, November 06, 2005

CULTURAL: EL ARTE DE TRES PINTORES

MARIO D. RÍOS GASTELÚ

No me propongo trazar un estudio crítico del arte de los tres pintores que presentan sus obras en el Centro Cultural Taipinquiri el pasado jueves. Me limito a extraer cierta quinta esencia de sus trabajos realizados en técnicas diferentes, pero con igual categoría y destino.

Pregunté a Rosario cuales eran las motivaciones de su actual pintura. Ella respondió: “Me siguen persiguiendo los ángeles” – Por supuesto que yo, no me di por aludido, sólo ordené algunas ideas acerca de aquellos seres espirituales, cuya existencia es una verdad de fe. Ellos son servidores y mensajeros de Dios, pues el nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza.

A los ángeles los encontramos anunciando sucesos trascendentales, ya sea abriendo puertas divinas, protegiendo el paraíso terrenal y otros lugares, siempre guiados por la fe religiosa, pero esta vez los encontramos sin oro y sin nácar en las alas, sino en el giro estético que Rosario Ostria destina a sus cuadros.

La técnica del acrílico basada en pigmentos, resinas, emulsiones combinadas con el agua, dan por resultado el material cromático a ser utilizado.

Los que seguimos la trayectoria de la artista, coincidimos en la existencia de trazos destinados a retener una mirada familiar, sin llegar a un autorretrato, propiamente dicho. .

La constante motivación de ángeles terrenales en la pintura de Ostria, hoy presenta dos posibilidades de cambios: La primera se da en la llamada Metamorfosis. Feliz idea de transformar las alas de nácar de los ángeles divinos, en alas de mariposa, en un mensaje poético que abre las posibilidades de nuevas ideas en sus lienzos.

El otro cuadro es el rostro cándido que aún conserva el espíritu angelical, aun no siendo ángel. En todo caso, cualquier motivación, da por resultado el mismo efecto: candor para la imagen que vemos, y cierta dulzura que emana, sin duda, de un estado particular de la artista en momento de la creación de su arte. Esto viene a ser la transitoriedad relativa del momento respecto al futuro.

Recojo esas impresiones porque en el discurso de su pintura, estos ángeles cambian de posición desde las imágenes primigenias realizadas por la artista hace bastantes lunas, satélite, que en otras ocasiones albergó a sus ángeles.

El tratamiento de los colores hace posible una armonía entre el rostro humano y las flores. El ángel divinizado por los pinceles, y las flores ofertadas por la naturaleza.

El conjunto de los cuadros es una policromía serena, no obstante del efecto contrapuesto que motiva, sin duda, en quien los ve, pues ellos, por el color y el sentido humano, no dejan de ser alegres.

Los ojos, en estas figuras, continúan siendo un punto de atracción porque ellos transmiten un amor maternal, un sentimiento profundo hacia los seres que ama.

CAROLINA LOVO

Cuadros pintados al óleo. Colores apropiados a costumbres de otra época. Motivaciones de los años 70.

Cuando una ilusión muere, nace otra, creándose una cadena de alucinaciones que caracterizaron las décadas de los años 60 y 70 .—

Carolina Lovo fija su atención en los cambios que se dieron después de los hippies, aquellos jóvenes que encontraron una respuesta a sus inquietudes, transformando su comportamiento social en un grito de rebeldía que llegó, no sólo en las voces de grupos musicales, sino en la inusual manera de vestir, muy cercana a lo andrajoso y lo ridículo en un mensaje de claro reproche al hermetismo de la moda trazada por expertos y a la estancada evolución de la clase social conservadora.

Ser hippie era sinónimo de cambios y, desde las alucinaciones provocadas por substancias controladas, su universo de acción encontró la paz deseada. Así LSD para ellos, no eran iniciales del Acido Lisergico, sino que significaban Loado Sea Dios

La producción pictórica de Carolina Lovo rescata algunos aspectos, particulares de aquellos días: Sonidos emanados desde las guitarras y, luego, a través de los surcos de un disco de larga duración conocido como Long Play. Aún parece que las voces de aquellos conjuntos musicales inundaran nuestros ambientes, cuando los las notas altas retumbaban en las vidrieras.

Ocurre, también, que los colores trabajados en la técnica del óleo, hacen posible la evocación de los Hippies, como de igual modo el de los otros cambios llegados con el grupo británico Beatles.

Allí también hubo otra transformación en el vestir, cantar y lucir las melenas. Sus voces nos llegaron desde los discos que ya son recuerdo. Ahora sus sonidos vibran nítidos e impersonales en la reconstrucción de placas compactas. La artista pinta el disco, como una referencia no exenta de nostalgia. Los cuadros de Carolina muestran la experiencia que le da el derecho de “hacer lo suyo” y lo hace con la mano del conocimiento y el buen gusto.

Al margen de la significación de sus cuadros vistos desde la perspectiva del detalle, sintetizado en una corbata, un disco o una guitarra, está la elección de los colores, para que la armonía no sea distorsionada por el solo hecho de ubicarse en la época, sino en el afán de darle actualidad a un pasado. De esa manera, transforma la realidad, en una suerte de espectáculo, tiernamente realizado a causa de las combinaciones cromáticas, donde los tonos grises atenúan la fuerza de los trazos oscuros.

JAVIER FERNÁNDEZ

Sin el temor de caer en una arbitrariedad, respecto a los conceptos que me formé, acerca de sus obras y luego de apreciar los cuadros en exhibición, comprometo mis puntos de vista para decir que éste pintor --acuarelista por excelencia-- es un claro exponente de la pintura de América, donde confluyen las paletas más prestigiosas del continente.

La exposición de los cuadros que observamos llevan, precisamente, esa carga emocional de amalgamar ideas más allá del territorio que habita y al que pertenece por naturaleza.

El punto de partida es el ser humano. El hombre o la mujer en la plenitud de su señorío. En tal sentido Fernández apoya sus inquietudes en el sacerdocio, no como personaje de iglesia medieval, sino como referencia de ser superior, contrapuesto al señorío de un personaje con disfraz de carnaval.

En los cuadros que presenta en estos días Fernández, resalta un aparente contrasentido, teniéndose en cuenta que es el hombre el que oculta su figura detrás de la máscara. Ahora ocurre que la máscara se minimiza ante la soberbia figura del ser humano.

Aquí es donde Javier configuró una visión totalizadora de Latinoamérica, haciéndole posible una logia a su anhelo auténtico.

Las acuarelas y óleos del artista, me llevan a otra reflexión. Vivimos en América Latina una época de transiciones en medio de agudas crisis. El protagonista es el hombre, no el disfrazado. Es el rostro que afronta las dificultades de la supervivencia, no la máscara y sus muecas, por tanto, el artista muestra la realidad de los tiempos actuales y expande a sus disfrazados sin máscara, hacia un panorama amplio, donde la plenitud de conceptos humanos hace posible la recepción en quienes comprenden la situación.

Su arte, en estas circunstancias, no es necesariamente figurativo. Al intentar un análisis crítico, lo que propongo es aplicar esa luz americana (hablo del continente) que él emite, como un prisma cristalino. Allí están los colores adecuados a circunstancias que no requieren del color caliente, sino que se equilibra al atenuarse la intensidad cromática.

Hay, más que todo, un sentido de profunda devoción por la Tierra, el planeta, donde la tierra de los surcos siempre dan el fruto esperado que, en este caso, es la solvencia creativa, a diferencia de muchos artistas arrastrados por la corriente de influencias foráneas. Esta es una plástica reconocida y aceptada, al igual que todas las paletas consagradas.

En Fernández, también está presente aquella consigna de los años 60-70 mencionados en el arte de Lovo: “has lo tuyo” traducción de “has lo que quieras”.

Ese nivel destinado al estatus del pintor, se antepone a las corrientes modernistas, a las que uniforman un estilo de concepción artística actual. Un reiterar de lo que se hace en Europa o en Japón. Aquí el “has lo tuyo” tiene la trascendencia de los propio, de lo creado, o sea del reflejo del pensamiento del artista en el momento de sus creaciones.

De Javier Fernández, de Carolina Lovo y de Rosario Ostruia, siempre aguardaré la frescura de sus ideas, así sea dentro de un mismo tema con variaciones, o decididamente lo nuevo, acorde con el medio en que se desarrollan sus actividades en el arte.