En nuestro comentario del sábado pasado dijimos que las elecciones del domingo 18 marcarían en Bolivia el Día del Cambio. Así fue. El triunfo aplastante de Evo Morales por el 51.5 % de la votación lo convirtió en virtual presidente electo con Alvaro García Linera como su vicepresidente y una gruesa representación parlamentaria, aunque sin llegar a los dos tercios que permitirían una gobernabilidad propia sin necesidad de consensos con la oposición.
Esta elección directa por voto popular del presidente y vicepresidente es un suceso inédito, pues, en pasados comicios, desde hace al menos un cuarto de siglo, los candidatos presidenciales nunca pudieron lograr esa mayoría absoluta, por lo cual el Congreso procedía a elegir ambos gobernantes entre las dos fórmulas más votadas.
Los resultados que se conocieron la noche del domingo surgieron de un conteo rápido no oficial, basado en los escrutinios de las mesas electorales. Ese mismo día las cortes electorales departamentales comenzaron a realizar el cómputo oficial de los sufragios cuyos resultados será luego enviados a la Corte Nacional Electoral para el cómputo total nacional y difusión solemne de los resultados definitivos, lo cual acontecerá el próximo miércoles 28, según anuncio del órgano electoral.
Es normal que tras una victoria tan arrolladora como esa, se desaten bulliciosos festejos y sonoras aclamaciones en medio de las cuales los candidatos quedan embriagados por el triunfo, inmersos en una especie de borrachera emocional que se refleja en sus primeros discursos. Eso observamos el pasado domingo cuando Evo Morales habló eufórico ante numeroso público en Cochabamba, mientras Alvaro García Linera, más sereno, también hacia declaraciones en La Paz.
Evo parecía encontrarse aún en campaña electoral tratando de ganar votos. Seguía hablando como dirigente máximo de los cocaleros del Chapare y como jefe del Movimiento al Socialismo. En su discurso destilaba rencor, sectarismo, intransigencia y soberbia, decepcionando incluso a quienes ese día habían votado por él, viéndolo como la personificación del Cambio. Agradeció a sus partidarios y a los movimientos sociales, pero satanizó a sus adversarios amenazando con castigarlos.
El virtual presidente electo se puso en el papel de ángel vengador anunciando juicios de responsabilidades a diestra y siniestra. Uno, por el caso de misiles chinos, contra el Presidente de la República Eduardo Rodríguez, quien hizo posibles estas elecciones. Otro, contra su rival en las elecciones “Tuto” Quiroga por algún contrato con petroleras.
Amenazó también con juicios a granel contra los vocales de la Corte Nacional Electoral cuya renuncia en masa pidió públicamente acusándolos de fraude por haber depurado el padrón electoral. Poniéndose en papel de adivino pitoniso Evo dijo que su triunfo debía ser al menos por el 70 por ciento de la votación nacional y culpó a la Corte Electoral por haberle birlado el 20 por ciento.
También se desbocó gritando en quechua “viva la coca, mueran los yanquis” a la vez que prometía despenalizar la coca en cuanto asuma el poder. Condenó abiertamente a algunos medios de comunicación. En fín, destiló toda su bronca y resentimientos en un momento en que la ciudadanía esperaba un gesto de nobleza y generosidad de vencedor, alguna convocatoria a la unidad de los bolivianos y un compromiso de que como presidente gobernaría para todos y no sólo para sus adictos.
Un mal comienzo. Evo parecía intoxicado por la borrachera del triunfo.
El discurso de Evo contrastó notoriamente con las declaraciones del virtual vicepresidente electo en La Paz ese mismo domingo. Alvaro García Linera habló serenamente, sin triunfalismo ni rencor, dijo que el MAS buscaría la concertación con todos los sectores y convocó a trabajar por la unidad nacional respetando las diversidades.
Falta un mes y dos días para la transmisión del mando el 22 de enero. Evo está en un laberinto que, según el diccionario es “un lugar artificiosamente formado por calles, encrucijadas y plazuelas, para que, confundiéndose el que está adentro, no pueda acertar con la salida.”
Seguiremos día a día el recorrido de Evo en su laberinto. Dios quiera que acierte con la salida.
MINUCIO.
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