Saturday, December 10, 2005

LIBROS QUE LEVANTARON POLVAREDA

MARIO D. RÍOS GASTELÚ

Conocí a muchas personas, amantes de la lectura, devorar un libro de 400 páginas en una sola noche o en un solo día, sin detenerse por razones de sueño o de hambre. El contenido de la obra restaba el sueño o saciaba todo apetito.
Novelas de Victor Hugo, Alejandro Dumas, Honorato de Balzac o Julio Verne, por ejemplo, merecían esa entrega, pues la trama era tan apasionante, que no se podía dejar para otro día el desenlace. La isla misteriosa, De la Tierra a la luna, Veinte mil leguas de viaje submarino, entre otras, se convirtieron en novelas de anticipación, de lo que la ciencia lograría en el transcurso del tiempo, sin que nadie reaccionara para llevar a la hoguera a un Einstein o un Julio Verne. Aquel por sabio y éste por adelantarse a grandes inventos, pues ahora el hombre llega a la luna, existe el teléfono, el submarino es un hecho y la bomba atómica causa estragos, entre otros inventos y descubrimientos científicos incluidos en la producción literaria del célebre novelista francés.
Como Verne, hubo otros autores que merecieron lecturas y relecturas y aunque novelas prohibidas, en su tiempo, como las de José María Vargas Vila, todas merecieron contar con una legión de lectores, pese a ser censuradas por la Iglesia, la alta sociedad y las instituciones religiosas, apoyadas en la defensa de la moral, así, todo libro prohibido se convirtió en “best seller” .
El estilo, antes que la trama en las obras de Vargas Vila, cautivaba a los románticos de principios del siglo XX, como encandilaban los títulos de las obras de Gustav Flaubert, Guy de Maupassant, Honorato de Balzac, y otros. Uno de los grandes errores de Vargas Vila, fue denigrar a la mujer, ridiculizar personajes bíblicos e incitar a la juventud al suicidio, aunque él murió de viejo.

DAN BROWN
En los días actuales, cuando surge una suerte de “destape” universal (al estilo español después de Franco) se dan a conocer otras publicaciones que marcan ciertos hitos en la historia de la Literatura Universal y crean anticuerpos en críticos literarios o instituciones que velan por la memoria de próceres, sabios, científicos y figuras patriarcales de la Iglesia.
Uno de esos libros es El código da Vince, del escritor Dan Brown, el otro, del mismo autor: Ángeles y demonios. Ambas obras pertenecen al género novelístico.
Era de esperar que surgieran ciertas reacciones en determinados sectores religiosos, pues Brown refresca la memoria respecto a ciertos excesos de la Iglesia en tiempos que ya registró la Historia de la Humanidad respecto a la oscura Edad Media, pero ahora, estamos sólo ante la lectura de novelas apasionantes cuya trama, además de quitar el sueño, invita al lector a recordar (o comparar) memorables obras de suspenso, como aquellas de Ágatha Christie, Edgar Wallace, Arthur Conan Doyle, John Le Carré, entre otros, en cuyo contenido, la narrativa, los personajes, los diálogos y el argumento no se sujetan, necesariamente a la historia, sino a una trama policial.
Las novelas de Brown asoman a una inquietante descripción terrorífica, no exenta de escatología, en una singular manera de exponer conocimientos histórico-geográficos o científico-novelescos. Todo ese contenido –particularmente en Ángeles y demonios— crea desasosiego en quienes no tienen consolidada su fe religiosa, particularmente católica, llegando a conclusiones equivocadas. La falta de cultura universal, también es un factor particular para sancionar, criticar o desechar injustamente estas obras. En esta obra todo es suspenso, sólo se encuentra una pincelada humorística y dos trazos eróticos, más insinuantes que concretos.

GARCÍA MÁRQUEZ
En otro ámbito, hace varios años, el Premio Nóbel colombiano, Gabriel García Márquez publica El general en su laberinto. Una novela sobre el fin de la existencia del Libertador Simón Bolívar. El libro puede gustar o no al lector. Eso no quiere decir que sea malo y menos prohibido. Personalmente no me gustó, pero lo novelesco queda como una referencia más de la habilidad literaria llevada de la mano de un maestro.
Esa obra de García Márquez fue otra de las que provocó airadas protestas, pues la Sociedad Bolivariana se levantó como leche hervida y reprochó el contenido del libro. No sólo fue en Bolivia. También otros países bolivarianos repudiaron la obra. A todo esto, García Márquez sigue tan prestigiado, como venerado por millones de lectores, aunque a nadie le gusta un final tan desgarrador como el descrito por Gabo, como no gustó la historia contada por Sinmone de Beauvoir, respecto al final de la vida de Jean Paul Sartre, tan patética y lacerante que, para colmo de desventuras, no se trataba de una novela, sino de un testimonio.

ALCIDES ARGUEDAS
En nuestro medio, aún hay ecos del gran escritor Alcides Arguedas y su obra Pueblo enfermo. El libro, no es una novela. Su contenido debe ser leído y releído, más aún cuando el balance político en Bolivia nos muestra el caos de un pueblo enfermo por ansias de poder.

KEMPFF SUÁREZ
Conservando distancias, hace poco tiempo el escritor boliviano Manfredo Kempf Suárez, publicó su novela Hombres de papel. Su contenido motivó un revuelo en las esferas del periodismo nacional, como si hubiese editado un libro testimonial y no una novela.
Hombres de papel es la historia de ciertos periodistas millonarios que llegan al momento culminante de la carrera profesional y a la senectud de su existencia, acompañada de los desarreglos físicos y mentales propios de un cuerpo cansado.
La trama tiene momentos idílicos, a veces humorísticos y en cierto modo ofensivos para una persona (el protagonista de la novela) que además de acercarse al fin de su vida, su trayectoria está manchada por delitos de corrupción.
Muchos periodistas lanzaron el grito de protesta ante semejante ofensa. Es curioso. Se ofendieron por un argumento de ficción. Si el contenido de la novela recuerda a algunos comunicadores haber pasado por algo similar, entonces sí vale la protesta; pues calzan muy bien el guante, pero el que nada tiene, nada teme.
Personalmente conocí y aún conozco a periodistas venales. Conocí a directores de diarios cuyo nivel intelectual era tan pobre que no inspiraban respeto alguno. Los demás, son dignos de encomio y, por cierto, de grata recordación. Si el guante calza –insisto-- en algunos periodistas, la ficción toma aires de veracidad. Lo importante, en este caso, es el nivel literario de Manfredo.