Wednesday, October 05, 2005

SIN GAS EN EL PAIS DEL GAS

Parece increible, pero es cierto. Bolivia, el país que cuenta con las mayores reservas gasíferas en el Cono Sur del continente, se debate en una desconcertante escasez de gas licuado para consumo doméstico. Largas colas de amas de casa con sus garrafas vacías se instalan día tras día en las ciudades de La Paz y El Alto esperando el paso de camiones distribuidores que frecuentemente no llegan y cuando lo hacen su cargamento no alcanza para satisfacer la demanda.

La prolongación de este drama cotidiano para las amas de casa, pese a medidas para evitar la reventa especulativa y a un plan de venta directa al público con supervisión policial, ha desatado protestas y presiones como bloqueos de calles con garrafas vacías, lo cual ocasiona congestionamiento vehicular por todo lado y perjudica la normalidad de las actividades.

Inicialmente las autoridades atribuyeron esta escasez al contrabando que fluye incontenible desde hace mucho tiempo hacia países vecinos, principalmente Perú, donde una garrafa de gas licuado (10 kilos) se vende a precio tres veces mayor que en Bolivia. Como otra causa se mencionó también la utilización de gas licuado en vehículos de transporte público cuyos propietarios se muestran reacios a equipar sus motorizados para que funcionen con gas natural que abunda, es barato y se expende sin restricción alguna en los surtidores.

LA MADRE DEL CORDERO

Estas desviaciones motivan cierto grado de escasez, es cierto, pero nunca al punto de gravedad que ahora se sufre. La “madre del cordero” está en las empresas petroleras transnacionales que operan en Bolivia. Lo reveló el Presidente de la República afirmando que “la falta de inversiones en el sector petrolero está ocasionando desabastecimiento de gas licuado de petróleo (GLP) en La Paz y en otros departamentos del país.

¿Por qué, de pronto, las transnacionales petroleras han cerrado el grifo de sus inversiones?. Obviamente quieren demostrar que sin ellas es inevitable el desabastecimiento de carburantes, no sólo de gas licuado, que es vital para el uso doméstico, sino también de diesel cuya escasez impacta duramente en múltiples actividades productivas y afecta al transporte en general. Es una forma de represalia por la aplicación de la nueva Ley de Hidrocarburos que les obliga a compartir con el Estado boliviano sus ganancias obtenidas en la explotación y comercialización del petróleo, el gas y derivados.

¿Será que esas petroleras piensan que desabasteciendo de carburantes a los bolivianos, éstos darán marcha atrás y modificarán la Ley de Hidrocarburos para retornar al injusto régimen anterior que dejaba para las transnacionales el grueso de la torta y para Bolivia únicamente las migajas?

Erradas están esas empresas si piensan así. El pueblo boliviano nunca se ha doblegado ante presiones de esa naturaleza. Todo lo contrario. La torpeza del chantaje actual que están aplicando las petroleras, mediante el desabastecimiento premeditado y alevoso de carburantes, podría ser respondida con una radicalización de la postura nacional en el tema hidrocarburífero. El régimen razonable de impuestos y regalías establecido por la actual Ley de Hidrocarburos, con el propósito de estimular la inversión extranjera, podría ser revisado y sustituido por una nacionalización de esa riqueza natural, tal como lo exigen muchos sectores sociales.

La amenaza de juicios internacionales por parte de las empresas petroleras pierde su dimensión terrorífica cuando vemos que teniéndolas adentro como socios resentidos pueden causar más daño al pueblo boliviano que litigando en tribunales foráneos. Si se les antojara, ellas bien podrían agudizar el desabastecimiento de carburantes hasta un extremo catastrófico. La indefensión de nuestro país frente a tal peligro es pavorosa.

Este parece ser el momento de revisar nuevamente la Ley de Hidrocarburos, para endurecer el tratamiento actual de guante blanco a las transnacionales petroleras.

MINUCIO.

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