MARIO D. RÍOS GASTELÚ
Gilka Wara Libermann alarga el brazo más allá de su conocido naif. En la exposición presentada en el Museo de Etnografía y Folclore, su pintura da una pauta de nuevas vibraciones que todavía mantienen toques de la referida ingenuidad pictórica que por muchos años se mantuvo en galerías de arte.
La muestra de los días actuales ha sido denominada "El latido de la luz", metáfora que me lleva a pensar en una “alteración luminosa”, tal vez cercana a la descomposición espectral demostrada en el panorama de la física, y que en el arte define el color de los objetos. Si esos latidos a los que hace referencia Gilka Wara se posan sobre la belleza incomparable de la Naturaleza, la meta que se propuso la pintora, está saturada (en el buen sentido de la palabra) de matices y tonos destinados a determinadas criaturas, encajadas en un ambiente de multicolor atracción que, sin duda, es el lugar habitable por cada una de ellas.
Estos cuadros de gran tamaño, invitan a una prolongada observación, y no por sus dimensiones –las menos frecuentes en nuestras galerías, – sino por la alegría que provoca el contenido de cada obra. Risueña policromía en un mundo encantado de color y forma. En cada cuadro esta la dicha de la existencia humana, animal o vegetal, donde el detalle adquiere características de filigrana.
Muchas veces la pintura moderna abarca otros espacios, en una referencia de imágenes que nos dan la impresión de movimiento. No puede haber quietud, por ejemplo, en "Ríos y cascadas", que también se observan en "Vida en el Amazonas". Quizá en éste lienzo, algunos pájaros posados sobre las ramas motiven una impresión contraria, no así los que tienen alas abiertas. Tampoco hay quietud en las figuras antropomorfas que se ven sobre los árboles o en la posición adoptada por las fieras amazónicas. Pero la singularidad del trabajo se afirma en el detalle, pues ese reino animal reposa sobre el reino vegetal donde cada rama, cada árbol o cada flor, completan el cuadro paradisíaco, para muchos con murmullos, trinos y rugidos que también son recogidos en "Hablando con árboles", un título más musical que pictórico, pues me recuerdan dos temas musicales de imborrables impresiones artísticas: Murmullos en el bosque, característicos de un poema sinfónico, o esas conversaciones con los árboles, magistralmente creadas en la Pastoral, de Beethoven.
Hay un cuadro que me lleva a repasar impresiones de mi juventud en visitas a centros mineros: "Socavón". Libermann establece planos coloridos que dan impresión de espiral proyectada al infinito. A la mención socavón, originalmente se crea en la mente, un espacio de sombras, lo que no ocurre en este caso, pues la articulación de espacios es lograda con variedad de tonos, no obstante de una visión dominante en rojo dando la sensación pétrea de rocosidades coloradas entre espacios de tierra.
Los cuadros pintados en la técnica del óleo, reflejan el grado de habilidad de la artista Libermann, incluida una evolución notoria. Así por ejemplo, en su obra "El jardín de la Mantis", la Mantis Religiosa está ubicada en un primer plano, resaltado por el color amarillo, característico de este ejemplar de naturaleza insectívora.
La minuciosa labor de Gilka, además, da paso a un sinfín de figuras en actitudes orantes, lo que viene a crear un ambiente de religiosidad que podría escaparse a muchos de los que observan el cuadro, pues esa beatitud que se distingue en las imágenes más cercanas al observador dan la clara sensación de plegarias. Otras, en cambio, son ajenas al misticismo envolvente, como una muestra del “mundanal ruido” que habitan y que se contrapone al fervor elevado a Cristo crucificado, detalle que la pintora no dejó de lado y que viene a ser la verdadera sustancia de todo el cuadro. En este lienzo, como en la mayoría de los 35 expuestos, lo admirable, camino a lo plausible, son las diminutas imágenes donde cantidad y calidad resaltan la armonía y el equilibrio de la pintura.
Detenerse en cada pintura, es ampliar conceptos acerca del color iluminado por dos fuentes de luz: la natural que define los tonos y creativa que nace en el cerebro. Aquella alumbra con el fulgor de los rayos solares, ésta, distribuye adecuadamente los matices sobre los objetos, razón para encontrar un encanto especial a los "Cangrejos", surgidos en la articulación de un plano básico, que son ellos mismos, todo colorados, y un plano de fondo, azul dominante.
"Mocori" es como una delicada seducción, propia de la naturaleza extendida por el mundo. "Bosque de pájaros", se suma a las obras encerradas en el esplendor de arboledas, también en "Flores del río" o simplemente en "Pájaro". Cada tema tiene su atractivo inmerso en los reinos de la Naturaleza. Esta muestra de Gilka Wara, iluminó las salas de exposición del prestigioso museo etnográfico y folclórico.
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