ARMANDO MARIACA V.
Prácticamente, han transcurrido ocho meses desde que el Presidente Evo Morales Ayma tomó las riendas del Poder Ejecutivo o, mejor, el gobierno del país; él y su partido, MAS, prometieron muchos cambios que sólo han quedado, en su mayoría, en simples enunciados. Las políticas del tanteo han reemplazado a las decisiones y a la voluntad de gobernar con eficiencia, eficacia y responsabilidad; entretanto, la comunidad – sin distinción alguna de posiciones sociales, políticas, económicas, culturales o de cualquier otra clase – sigue esperando y se mantiene en la expectativa de qué es lo que sucederá. Viaja el Presidente, lo reemplaza el Vicepresidente y, muchas veces, coincide éste con las ausencias del Primer Mandatario y, lógicamente, lo reemplaza el presidente del Senado; pero, ¿cuáles son los resultados?
Los problemas sociales – se pensó que a partir de diciembre/05 – cesarían en su continuidad y contundencia, han sobrepasado muchos de los límites tanto en duración como en posiciones extremas. Las soluciones, si bien llegan, resultan ser circunstanciales o simples paliativos hasta nueva oportunidad en que la fuerza de los reclamos se hagan mayores. En el eterno problema de los maestros – que normalmente siguen directivas del extremismo trotskista – no se vislumbran caminos de solución porque los dirigentes del magisterio, obnubilados y ambiciosos, que ven al país y la educación con indiferencia total, parece que no tienen intenciones de solucionar problemas que ellos plantean. El gobierno, débil en aplicar las leyes, promete y da soluciones parciales y permite que el magisterio aplique las reglas del nomeimportismo en contra de la niñez y la juventud, repitiendo lo que ha ocurrido en el pasado y en todos los gobiernos.
El sector del transporte, por causa e intereses de sus dirigentes, está permanentemente a la ofensiva y realiza paros y deja la amenaza de nuevos hechos extremos. Los empresarios – dirigentes del auto-transporte – sólo ven la satisfacción de sus intereses sin importar que, con actitudes extremas, castigan al pueblo y a todos los trabajadores del sector que, si no trabajan, no tienen qué llevar a sus hogares. El gobierno, carente de estudios serios sobre el problema, también aplica los parches de lo provisional y momentáneo. El caso del contrabando de automóviles, al estilo de otros gobiernos, parece que tendrá la misma solución pero que vulnera la ley, castiga al país y sienta, una vez más, precedentes funestos al legalizar automotores que son efecto del contrabando “porque así convendría a los intereses financieros” ya que permite el “ingreso de dinero” por los pocos impuestos que recauda con la dichosa “legalización” del contrabando, un delito que, en cualquier país, es causa de severas sanciones y hasta privación de libertad, aparte del decomiso de la mercadería. ¿Hasta cuándo esta forma anárquica de aceptar al contrabando sabiendo el inmenso daño que causa al país?
Entre muchos otros problemas que sería muy largo de enumerar y analizar, está el de los hidrocarburos: desde el 1º de mayo – fecha de nacionalización – han transcurrido cinco meses y, hasta ahora, no se siente, no se ven resultados, ni accionar alguno para que se crea en la tan decantada nacionalización, porque, hasta para fijar los precios del gas, esperamos la aquiescencia y buena voluntad de Argentina y de Brasil; en éste último caso, ni siquiera la buena voluntad o el interés del gobierno brasileño, porque es Petrobras, la gran transnacional del petróleo, la que se permite querer fijar las reglas del juego atenida a que el gobierno “no tendrá más remedio que aceptar lo que esa empresa diga”. Así, hasta se llegó a la renuncia de un ministro – eficiente y honesto – que buscaba, justamente, la aplicación, así sea poco a poco, del decreto nacionalizador. El caso de los hidrocarburos resulta, en las actuales circunstancias, un “buen canto de sirena”, una “promesa sólo hecha decreto” y que, seguramente, tendrá que esperar tanto en sus resultados que llegaremos a las “calendas griegas”. ¿Una frustración más para el pueblo?
Es, pues, tiempo de definiciones; si éstas no llegan – en forma armónica, inteligente, bien pensada y mejor planificadas, con disposiciones y acciones coherentes, honestas, responsables y patrióticas que velen por los intereses de todos los bolivianos – seguiremos en una especie de “cuerda floja” en la que nos mantuvimos hasta ahora, sin que nadie sepa qué hacer, qué rumbos tomar, qué decisiones adoptar, qué esperanzas quedarán para futuras inversiones que creen riqueza y generen empleo porque, para empezar, los empresarios privados – como siempre ocurrió en el pasado – esperan saber o ver qué hacen los gobernantes para que ellos, recién, tibiamente, asuman las responsabilidades que tienen y que deben aplicarlas en pro del desarrollo. La banca, como siempre, insensible y preocupada sólo en presentar “linda infraestructura” pero cobrando altos intereses y pagando lo mínimo a los ingenuos ahorristas. ¿Su contribución al desarrollo efectivo del país? Ninguna, si medimos ella en niveles de resultados.
Hoy, más que nunca, precisamos coherencia en el gobierno, aplicación de la fuerza de las leyes a quienes bloquean y cometen extremos que a nadie conviene. Que las decisiones sean con miras a la unidad nacional y que sirvan para fortalecer las instituciones. Por supuesto, habrá que esperar alguna acción de los constituyentes que, está visto – con escasas excepciones –, no tienen ni capacidad ni voluntad para aprobar un reglamento de debates y menos para trabajar con la responsabilidad y continuidad que exigen los momentos que vivimos.
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